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19 de febrero de 2009

El poder de la amistad

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Siempre me he cuestionado por qué tenemos que recordar con un día lo que tenemos, o que ese día sea medio obligado reconocerlo o salir. Creo que tanto el amor como la amistad es algo que se crea y se alimenta día a día.

Este fin de semana fue el 14 de febrero, un día un tanto comercial que me hace recordar el inicio de la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, cuando el protagonista afirma que el 14 de febrero es una creación de las compañías de tarjetas postales para aumentar sus ventas.

Siempre me he cuestionado por qué tenemos que recordar con un día lo que tenemos, o que ese día sea medio obligado reconocerlo o salir. Creo que tanto el amor como la amistad es algo que se crea y se alimenta día a día.

Por ello estuvimos algo renuentes mis amigos(as) y yo, además nos reíamos de que todos(as) estamos en la soltería, y bromeábamos con eso porque el 14 de febrero es Día del Amor y de la Amistad, pero ésta siempre va en segundo lugar, es como si sólo fuera un relleno o “consuelo” para quienes no estamos emparejados —por decisión, convicción o circunstancia.

Pero creo que la amistad es muy importante y bella. Incluso en estudios de las emociones se explora más el amor de pareja que de amigos/as. Cuando con ellos/as se viven y comparten tanto.

Déjenme contarles algunas cosas. Mi mejor amiga se llama Maribel, ella es QFB y es una mujer increíble que admiro profundamente y quiero aún más.

Maribel es un año mayor que yo y la conozco desde el kinder y comenzamos a platicar y vincularnos desde la secundaria.

Los intereses por la lectura, la música, algunos artistas, juegos de ajedrez, el café… empezaron a unirnos en medio de una escuela y de personas que sentíamos no encajar.

Odiábamos hablar sólo de moda, novios, fútbol o tennis especiales para saltar y correr. Una escuela católica que era asfixiante y con una necesidad de crecimiento personal.

Así, afuera de la cafetería de esa escuela empezamos a platicar sin parar cada descanso. Día tras día, compartiendo galletas o papitas. En la preparatoria, en escuelas diferentes, pudimos seguir saliendo, a tomar café, a caminar por algunos parques, a ir al cine, a comenzar a desnudar, poco a poco ya no sólo nuestras ideas sino también las emociones más profundas.

Cuando entramos a la universidad, ya teníamos varios años de historia y necesitábamos sincerarnos. Un fin de semana, en un café me contó varias cosas, muy complejas, por las que había pasado. Días después y por teléfono, le dije que soy gay. Tenía 17 años y era la primera persona a la que se lo contaba todo.

Desde ese momento hemos sido inseparables, hemos estado en muchos momentos de nuestras vidas, hemos bebido café, comencé a fumar con ella, hemos reído, llorado y como ella dijo alguna vez “vamos a estar en las buenas, en las malas, en las peores y en las decepciones de los hombres”.

Es con ella con quien he comprendido que las relaciones humanas requieren de tiempo. De construirse y seguirse construyendo. De darles su lugar, su espacio, de incluirlas en nuestra vida. De crear nuevas formas de encuentro y comunicación. De mantenernos vigentes.

Los amigos son esa familia que uno elige, con la que se comparte y se crea. Los amigos dan apoyo, confianza, compañía. Para mí, Maribel es una hermana, un espejo. Porque ya lo dice el gran Antonio Marquet en su extraordinario libro El crepúsculo de Heterolandia. Mester de jotería:

“Sin duda se prefiere la amistad, destinada a perdurar por encima de inestabilidades. En ella no existe el riesgo de infidelidad. Un amigo no se va (tan pronto), ni se le exige más que coincidir en un cierto número de puntos, el amigo es un poco espejo: siempre disponible, cómplice seguro, entiende fácilmente; es un compañero de viaje que conoce y comparte nuestra historia y nos lleva una cuenta diferente. Su solidez contrasta con la inconsistencia del partner” (p.19)

Incluso contar con amigos es ese reflejo de lo que podemos crear, tener. A veces podemos socavarlas nosotros mismos por alguna razón, o encontrarnos con personas que sólo compartimos por un momento, unas pláticas, intereses que pasan, adicciones a algo —socialmente aceptadas o no—. O relacionarnos sólo superficialmente por temor, eterno en esta época, a salir lastimados, a invertir tiempo, a que el/la otro(a) nos fallen.


Fuente: Anodis


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