Cómo me hice gay...

Cómo me hice gay..., video de Sebastián Freire, invita al espectador a un viaje sacudido.

Ya el título es irónico: nadie se hace gay, parece concluir el artista; a lo sumo llega un momento en que se entiende que se es gay, si no se lo supo instintivamente desde el principio, o en que la mirada ajena confirma la pertenencia a una orientación escamoteada.

Pero nada más lejos de un discurso "de género" que esta regocijante galería de "cuadros de una exposición". Porque la inteligencia, diría incluso la astucia, del artista es la de empezar su ronda de sospechosos por su hermano y terminarla con su abuela. Ambos hablan de él. Es evidente que el primero lo hace con la franqueza que su edad y el tiempo en que le toca vivir le permiten; la segunda alude sin nombrar, acaso sin saber claramente a qué alude.

Entre ambos desfilan ante la cámara amigos, conocidos, una mucama, un portero. A cada uno se le pidió que contara en qué momento se dieron cuenta de que alguien que conocían, no necesariamente el artista, era gay. Los relatos oscilan entre lo confesional y el análisis, entre una supuesta objetividad y la no menos dudosa confidencia.

¿Hasta qué punto esos relatos abordan, rozan, ignoran al artista cuyo alter ego declara una pertenencia desde el título? Una posible coincidencia, alguna evidente incongruencia, toda una serie de deslizamientos hacen que el espectador se pregunte constantemente de quién le están hablando.

Finalmente entiende que todos hablan de él, del espectador que no tiene por qué ser gay para entender que en este juego de identidades la suya se licúa, se diluye, se reencarna en las de docenas de individuos entre quienes nada, gozoso, Sebastián Freire y nos envía una sonriente reencarnación, ajena a toda culpa, del baudeleriano "hipócrita lector, mi semejante, mi hermano".