
Es innegable que Turquía ofrece mucha más libertad a los homosexuales que cualquier otro país musulmán, pese a ello, este colectivo sigue sufriendo problemas de discriminación y violencia. Según un reciente estudio de la Universidad de Bahçesehir, a un 60% de los turcos no le gustaría tener un vecino homosexual. Este prejuicio aumenta en los barrios tradicionales de las grandes ciudades y en las zonas rurales del país, donde la presión social hace que las familias encierren o asesinen a sus parientes homosexuales.
Según Amnistía Internacional, que hace pocos días hizo público un informe sobre la situación de las personas LGTB en Turquía, 16 homosexuales fueron asesinados en 2010 en ese país por su orientación sexual. Se sospecha que estas cifras sean mayores que las que aparecen en los periódicos; además de esto, el Gobierno se ha negado a facilitar datos a esta organización, muestra del poco interés que manifiesta por erradicar este tipo de violencia. El informe de Amnistía Internacional (que puedes descargar, en formato PDF, pinchando aquí), también culpa a una serie de políticos de alentar a la homofobia.
La situación empeora en el caso de las mujeres transexuales, repudiadas por su familias y obligadas a ejercer la prostitución. A diario son detenidas bajo la acusación de alteración del orden público y llevadas a comisaría donde son torturadas y vejadas. En Turquía no existe ninguna ley que criminalice la prostitución, pero tampoco existe ningún marco de protección legal, lo que las deja desamparadas. Hace un año nos hacíamos eco, sin ir más lejos, de la agresión a un grupo de activistas transgénero del colectivo Pembe Hayat.
Es por eso que los activistas turcos reclaman una legislación que proteja a las personas LGTB. Una legislación que en cualquier caso llegara tarde, por ejemplo, para Ahmet Yildiz, asesinado tras declarar su homosexualidad a su familia. Su pareja insiste: “una legislación que nos proteja evitará que más jóvenes acaben en la morgue. Evitará que sus cuerpos se queden ahí, esperando a que alguien los recoja porque sus familias tienen vergüenza de enterrarlo, como le pasó a mi Ahmet”.
Fuente: Dos Manzanas