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8 de marzo de 2012

Hoy ya no te quiero

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¿Alguna vez has estado con un tipo que era encantador y se desvivía por ti cuando os conocisteis pero que al poco tiempo se transformó en lo peor de lo peor y en algo más insoportable que un dolor de muelas? Y seguro que te has preguntado cómo ha podido cambiar tanto y si será culpa tuya. A lo mejor se puso una bonita máscara para llevarte al huerto...


Jo, tía, me encuentro supermal.

¿Y eso? ¿Qué te pasa? Se te ha vuelto a enconar un pelo del escroto?

Qué va. Nada de eso.

No me digas más, se te ha terminado el pintauñas de color lapizlázuli.

Que no, tía, que lo que me pasa es otra cosa. Que estoy muy mal, que es que me va fatal con mi novio.

¿Y eso? Pero si estabas superenamorada, si se te rizaban las pestañas cuando me hablabas de él y me contabas que te había dicho que érais almas gemelas y que te amaba con la fuerza de los mares y el ímpeto del viento…

Sí, sí. Si al principio era encantador. Una maravilla. Pero ahora resulta que no me hace ni caso y está todo el tiempo pasando de mí. Se enfada cuando le hablo, nunca quiere hacer planes conmigo, está de muy mal humor, me pone excusas para evitar que hagamos cosas que antes hacíamos juntos, como ir al sex shop a comprar el lubricante… Ahora lo encargamos por Internet, ¡por Internet! Yo no entiendo cómo ha podido cambiar tanto: tiene que ser una fase y se le pasará. ¿Verdad? ¿O es que me ha dejado de querer? ¡Tengo que reconquistarle!

Animalico…

Los seres humanos mentimos. Mucho. Muchísimo. A veces, mentimos más que hablamos. Esto es básico que lo sepamos desde ya y que nos lo apliquemos a nuestra vida diaria, a menos que tengamos el irrefrenable deseo de que nos tomen por idiotas en todos sitios. La gente, así en general, dice unas mentiras gordísimas y casi siempre es para conseguir algo (y ese algo casi siempre te incluye a ti desnudo en una cama, con los tobillos detrás de las orejas y una fusta de cuero en la mano). No hace falta más que encender la tele y ver un rato esos programas llenos de cultura como Gran Hermano para darse cuenta de que fingir para follar es tendencia.

Meterla en caliente, ese arte indeterminado y denostado durante siglos, es básicamente la meta de la gente que te rodea. No te engañes, la mayoría de las personas que tienes alrededor cuando son amables contigo, en su interior están pensando en cómo estarías dándote una ducha y frotándote el pecho; o, lo que es peor, te están imaginando en pelota picada con un tanga de piel de cebra metido por el culo. Y más si los que te rodean son maricones, que para eso somos unos pervertidos y unos guarros y todas esas cosas que dicen de nosotros y que, por supuesto, son verdad. La cosa es que como el fornicio está a la orden del día, el personal es capaz de hacer lo que sea con tal de mojar durante un tiempecico. Desde siempre, mucha gente lo que ha hecho ha sido pagar, pero hoy en día el desembolso de dinero a cambio de sexo no se lleva. Y si lo piensas bien, querida lectora, es normal, que la cosa está muy mala, la economía cada vez va a peor y no hay dinero para gastar; así que de lo que se trata es de follar gratis. A toda costa. ¿Y qué es lo más fácil para conseguir un buen polvo sin pagar? Pues muy sencillo, si estudiamos la órbita que describe el planeta Júpiter en perpendicular con la uña del dedo gordo del pie de Marta Sánchez, obtendremos la respuesta: lo más efectivo para echar un casquete es fingir que se siente amor. Yo me aprovecho de que tú estás faltico de cariño y quieres que te abracen para acunarte en mi seno, colmarte de atenciones y mostrarte una imagen de mí cercana a la de un tío estupendérrimo y superespecial. Oye, lo que siempre has querido. Ese soy yo. En cuanto te descuides te meto mano. Y en cuanto te vuelvas a descuidar dejas de interesarme y paso de ti.

Por eso, y no por cualquier otra razón que tenga que ver con el amor, el romanticismo, el misticismo de la unión de las almas o encontrar a la media naranja,mucha gente se pone intensa cuando está conociendo a alguien. Entre las técnicas de seducción más utilizadas en estos tiempos que corren, además de invitar a cenar a cambio de una chupipaja o de un fin de semana en el campo a cambio de un metesaca (porque lo de irse de senderismo o a hacer montañismo como que no apetece; si uno va a una casa perdida en mitad del campo lo único que le queda es hacer sopas de letras o follar, no hay más), la más usual es ser encantador y magnífico, fantástico y estupendo y fingir que eres la repera con la intención de “enamorar”. Y con enamorar me refiero a tener a alguien para toquetearte durante un tiempo. Todo el mundo es magnífico y maravilloso al principio, en los comienzos. Y es que todos sabemos que durante los inicios la mitad de las cosas que se dicen son simple y llanamente mentira.

Y, claro, luego pasa lo que pasa, que al segundo mes se empieza a despegar la careta. La mentira es lo que tiene, que sus patas son muy cortas, y enseguida empieza a vérsele el plumero al impostor. El tipo ya no necesita ser encantador para llevarte a la cama, porque ya te tiene todos los días y, encima, ha decidido que no quiere estar contigo, que es que no le apetece tener una relación, ¿sabes? Así que ese tipo aparentemente encantador que en los inicios nos decía maravillas y barbaridades al oído, que se desvivía por hacernos reír y se partía el culo con tal de que dilatáramos no nos hace ni caso y se transforma en un tipo insulso, cobarde, aburrido y amargado que, por descontado, difiere un rato largo de aquel galán seductor que nos llevó al huerto.

Lo peor de todo esto es que hay quien se culpa y presa de su baja autoestima y de la incapacidad de comprender qué ha pasado para que una persona a la que ayer se le escapaban corazones del pito hoy se muestre fría e indiferente, se pregunta“qué he hecho mal para que haya cambiado tanto el cuento” o “qué puedo hacer para que Feldesponcio vuelva a ser el de antes, el que me encandiló durante los primeros días”. Un bucle de autoculpa del que pocos escapan indemnes y ante el cual muchos se desviven para tratar de "reconquistar" al ser amado, como si el problema estuviera en ellos. Los pobres ilusos no saben que no hay nada que puedan hacer porque Feldesponcio es, justamente, tal y como se muestra ahora que ya no le apetece fingir para meterla en caliente. Feldesponcio es ese tipo que ves ahora que se le ha caído la careta. Ni más ni menos. No es que haya cambiado tanto, es que él siempre ha sido así y con la excusa del amor te ha engañado para que dilates más que una embarazada. Así de duro. 

Como decía José Antonio Marina, que es un tipo que sabe mucho de cantidad de cosas y que escribe esas cosas cuadradas con letras que reciben el nombre de libros, el amor no se nos rompe de tanto usarlo sino que uno de los motivos principales por los que la gente se da patadas en el ojete cada tres por dos y cada vez que Rihanna hace un videoclip es porque nos hemos acostumbrado a llamar "amor" a cualquier cosa, hasta a la relación que tenemos con el panadero. 

No te engañes: la mayoría lo llama amor cuando quiere decir folleteo. Sin más ecuaciones sentimentales. A veces la respuesta más simple es la acertada y el quid de la cuestión no se halla en otro sitio sino en la entrepierna. Por triste que parezca, Felde te ha vendido humo para follarte, y no hay nada que tú puedas hacer salvo acordarte de su puñetera madre. Chimpún.




Fuente: Universo Gay

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