
Según los padres presentes, el sacerdote se mostró “visiblemente agitado”, y abandonó la reunión a toda prisa, para volver a los veinte minutos, sin presentar disculpas o explicaciones, y declarar que los niños reciben mucho dinero en regalos de comunión y deberían plantearse donar parte a la iglesia. Los coordinadores y maestros continuaron en su ausencia aunque, según uno de los asistentes, los que habían visto las imágenes estaban “horrorizados”. El religioso ha declarado desconocer la procedencia de las imágenes, que habrían llegado a una memoria USB que el sacerdote había insertado previamente en otro ordenador. La propia archidiócesis solicitó la intervención de la policía, pese a que las imágenes no infringían la legalidad. La policía norirlandesa ha confirmado que las imágenes no involucran a menores, y nada apunta a que se haya cometido un delito, pero McVeigh está siendo investigado, y los padres han solicitado que sea suspendido tanto de su labor como monitor de catequesis como oficiando misa.
Se trata de una noticia que admite diferentes lecturas, empezando por una cierta alegría al ver expuesta la posible hipocresía de un miembro de una organización homófoba que quizá consume pornografía homosexual. Pero es preocupante que algo tan banal como lo ocurrido resulte en un linchamiento público, y que prácticamente todos, desde los padres hasta los medios de comunicación, consideren la naturaleza homosexual de las imágenes como un agravante obviamente escandaloso. ¿Habría sucedido lo mismo si se hubiese tratado de pornografía heterosexual?
Fuente: Dos Manzanas