
Lautaro Bustos Suárez, de 42 años, jefe de redacción de la Revista Actitud, reconoce que el momento más difícil de su vida después de salir del clóset fue enfrentarse a su hija y contarle la verdad. Lautaro es de un pueblo de 3000 habitantes de Río Negro -Luis Beltrán-, donde vivió hasta los 18 años. Entonces, se mudó a General Roca para estudiar Comunicación en la universidad. Allí se enamoró de una chica, estuvo de novio varios años, luego se casó y tuvo a Azul, su hija, poco después. A los dos años de casado, se casualidad se cruzó con un ex compañero y supo lo que era el amor de verdad. Según cuenta, ese fue un antes y un después en su vida.
“Nos habíamos separado ya y un día me llama mi ex mujer y me dice: ‘Azul pregunta así que vení a explicarle la verdad”, recuerda Lautaro. la pequeña tenía 10 años. “¿Cómo hago para decírselo?, me pregunté. Al final, me di cuenta de que son más las cuestiones que uno trae las que complican que el hecho en sí, como que uno viene seteado de una manera y tiene que resetearse para poder vivir de un modo pleno y feliz. Tuve que hacer ese trabajo y en mi relación con mi hija eso me ayudó un montón, porque los chicos lo toman como algo natural”.
Lautaro reconoce que esa primera charla fue difícil, que al principio su hija no entendía bien. Quizá nunca había pensado en esa posibilidad. “Tuvo un tiempo de enojo, pero lo fuimos hablando mucho, siempre respetando sus tiempos, sus ganas de saber y ahora tenemos una relación excelente”. Azul –hoy de 15 años- vive con su mamá en Río Negro y visita regularmente a su papá. “Conoce lo que hago acá, mis vínculos, si tengo pareja ella lo conoce. Es la forma de que ella lo viva naturalmente, como debe ser”.

El se sabe afortunado por la comprensión de su ex mujer, que, más allá de su dolor, nunca lo juzgó mal ni le habló en su contra a su hija. “La primera persona con la que salí del clóset fue mi esposa. Con ella viví una vida heterosexual, me convencí de que estaba enamorado, siempre fui sincero y lo viví muy plenamente. Hasta que me pasó algo muy fuerte cuando me encontré con este flaco, fue un quiebre muy grande y ya no podía seguir sosteniendo una situación que no era real”, relata.
Según Lautaro, pese a que toda la vida trató de seguir las pautas de heteronormatividad que le enseñaron en su pueblo, en su escuela católica, en su familia de corte conservadora, cuando se permitió dejarse llevar por los sentimientos que le despertaba un hombre supo que allí estaba su deseo más profundo. “Con mi esposa ya nos empezábamos a dar cuenta de que los caminos se abrían en distintas direcciones: estábamos siendo muy amigos, pero no compartíamos la vida afectiva”, se sincera. Entonces, vino un tiempo de separación sin muchas palabras, luego se juntaron a hablar horas con total sinceridad.
Recuerda esa charla eterna y desgarradora en la que tomaron mates, café, té, de nuevo mates. “Era lo que ella sospechaba. Le conté, no con lujo de detalles, pero le dije cómo me sentía y ahí fue el quiebre definitivo, no había vuelta atrás. Me di cuenta de que eso no era el amor, que tenía que ver con una autoimposición, una necesidad de seguir sosteniendo un discurso que tenía que ver más con el entorno que conmigo”, cuenta.
“Fue un momento de mucho quiebre, de mucho conflicto interno de ella para poder asumirlo, pero después que pasó el tiempo de su enojo y de mi culpa nos reacomodamos. Ahora nos reímos de lo que pasamos juntos y hasta me carga con mis novios”, dice Lautaro. Se ríe. Hace años que está aliviado y feliz de haber podido transitar todo aquello para llegar a ser quien es. Cree que estas vivencias que narra lo ayudaron a ser quien es.

La redacción que soñaba
Lautaro se vino a Buenos Aires hace ocho años para estudiar una maestría en Planificación en Procesos Comunicacionales y quedó encantado con la ciudad que le daba oportunidades de hacer lo que siempre quiso: docente universitario en Comunicación y Relaciones Públicas y periodista. Hoy además de profesor es jefe de Redacción de la Revista Actitud, una publicación que aborda temas de diversidad sexual pero que no sólo está destinada al colectivo LGBT sino a la sociedad en general, a todos quienes estén abiertos a discutir temas de este tiempo.
Fuente: Boquitas Pintadas











