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15 de octubre de 2011

Una historia de lesbianas lejos del estereotipo

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“La insensata geometría del amor”, se titula el libro de Susana Guzner, una escritora que presenta una historia entre lesbianas que se salen de los estereotipos, que, como dice la autora en esta entrevista con Boquitas pintadas, “intenta desplegar el fascinante abanico de las múltiples caras de lo femenino”, alejándose del constructo de lesbianas como mujeres “feas, hombrunas, cochinas, ignorantes, promiscuas…o sea, el lumpen de lo femenino y de la sociedad”.

Los dejo con las palabras de la autora.

-¿Por qué escribís?

¿Sinceramente? No lo sé. Me gustaría darte un título, algún aforismo brillante y florido, pero sería artificioso. No obstante algunas pistas tengo.

Verás, de pequeña era asmática y pasaba largas temporadas en cama sin ir a la escuela. Mi madre, maestra, me enseñó a leer y a escribir a los cinco años. Además me leía la colección del maravilloso Monteiro Lobato, que me fascinaba.

Pero con frecuencia otras lecturas me disgustaban o aburrían. “Entonces escribí un cuento que te guste mucho”, decía mi madre. Así comencé, sin darme cuenta apenas. Narrándome a mí misma lo que buscaba en otros libros. Y sigo haciéndolo.

Diría que la escritura es un gesto natural de mi espíritu que me provoca un apasionado placer… ¿Para qué buscarle recónditas motivaciones extravagantes, entonces? Analizo los conflictos que me provocan angustia, pero desmenuzar el hedonismo es… Masoquismo.

- Sobre la insensata geometría del amor: ¿De qué dirías que va la historia?

Enlazando con lo anterior, diría que la escribí porque era lo que deseaba leer sobre temática sáfica y no hallaba, a excepción de unas pocas obras. En aquel momento comenzaban a proliferar, pero, y soy consciente de que toda generalización es odiosa, sus cualidades literarias dejaban bastante que desear. Amo apasionadamente la buena literatura y prefiero el cómo al qué se narra. Procuré, entonces, concebir una novela donde el peso específico recayera en la calidad literaria, en sintonía cadenciosa con la historia.

A la vista de los resultados parecería que lo he logrado, porque la crítica es muy halagüeña. Por descontado que hay opiniones para todos los gustos, pero mayoritariamente se la considera una novela de logradas cualidades estéticas y es objeto de estudio en los circuitos académicos.

¿Qué quise contar? Hm, qué difícil…Una novela es mucho más que una única historia, abarca numerosas proposiciones íntimamente imbricadas que se trenzan y destrenzan en un contínuum indefinible. Digamos que con La insensata deseaba desplegar el fascinante abanico de las múltiples caras de lo femenino en general y lésbico en particular, que en el imaginario colectivo dominante, el patriarcal, se considera homogéneo, uniforme y poco o nada diferenciado.

Creo que el universo femenino es de una notable riqueza y diversidad y mi pretensión era desmontar el cliché, deconstruir este paupérrimo constructo dominante. Por añadidura, las obras publicadas reafirmaban tal constructo: las lesbianas son todas feas, hombrunas, cochinas, ignorantes, con trabajos de mala muerte, promiscuas, aviesas, traumatizadas…O sea, el lumpen de lo “femenino” y de la sociedad.

¿Ah, sí? Pues elegí que mis lesbianas fueran la antítesis de este ridículo prototipo. Mujeres independientes, guapas o no tanto pero a su manera y estilo, con trabajos creativos, de emociones intensas, sociables y amplios intereses culturales. Quería mostrar mujeres lesbianas naturales, tal como somos, y también creo haberlo logrado.

- ¿Qué define esencialmente la relación entre María y Eva?

El asincronismo. Son antitéticas y sin embargo el vínculo pasional las puede. De ahí la asociación con la geometría, aunque ilógica e insensata. Pero… ¿Es que hay amores sensatos, una se enamora racionalmente? No suelo teorizar sobre el amor ni comulgo con la mayoría de sus definiciones, tantas como amantes hay. María ama a lo María, Eva a lo Eva. Lo insólito es que sus sentimientos marchan paralelos y como tal, se unen en un infinito indescifrable.

-Hay una especie de suspenso amoroso: ¿Cómo lográs construir esa sensación de equilibrio entre intriga y amor?

En rigor cualquier narración, de uno u otro modo, es una historia de suspenso. Si cuando leemos no deseáramos saber qué va suceder a continuación, por qué, cómo, dónde y qué nos deparará el final, es que no existe una historia. En este sentido soy drástica: un texto que en quince, veinte páginas no atrae mi interés por saber los avatares de sus personajes, más aún, si me importa un pimiento qué hacen, dicen o actúan, ahí te quedas, se acabó.

La insensata es efectivamente una novela negra, sui generis, pero negra la fin. Se trata de un suspenso psicológico que pivotea en torno a la relación de amor entre dos mujeres. Su estructura ficcional contiene todos los ingredientes de la intriga, dosificados a cuentagotas hasta la traca final, que, al estilo de las buenas novelas del género, que devoro (Salud, Patricia Highsmith) esconde una sorpresa. La trama amorosa es casi la excusa, el atrezzo y escenario del suspenso esencial.

- ¿Sentís que podés “seducir” desde la escritura? (leí en una crítica que decían que tu escritura tenía el don de la seducción)

Ciertamente. Una obra que no seduce ya puede ser intelectual y literariamente extraordinaria, pero dudo mucho que enamore, esto es, que despierte emociones pasionales y quien lee vibre, se enfade, ría, se acongoje o esperance participando activamente. Hace poco me han dicho con mucha gracia, “lloré, me reí a carcajadas, me preocupé y sentí ganas de ahorcarlas a las dos (las protagonistas), pero no pude, las amaba demasiado” Esto es seducción pura y dura.

- ¿Los viajes te ayudan a contar? ¿Sentís que le dan movimiento a la historia?

Más bien son mis personajes quienes eligen dónde desean estar; yo les sigo la corriente. Suelen optar por sitios que amo y conozco bastante a fondo moviéndose en ellos a sus anchas.

Obedezco su decisión porque como lectora adoro reconocer rincones de ciudades o paisajes que he visitado, me produce una alegría casi infantil. Y otra porque detecto como un radar las que denomino “novelas Michelín”, es decir, cuando la autora o autor ha consultado una guía turística para ambientar su historia sin haber estado allí. Es demasiado evidente.

¿Por qué? No porque citen sitios famosos, eso es pecatta minuta, sino porque no logran, salvo excepciones, transmitirnos la esencia de los mismos impregnada de su percepción personal. Venecia, por ejemplo, es escenario de numerosas películas y textos, pero hay muchas maneras de representarla desde un punto de vista vivido, personal, inconfundible. No es lo mismo describir textualmente “calli” y “campielli” que haber estado horas en ellos. Se te pegan a la piel, al alma, como el amor. Y eso no viene en la Michelín.

-¿Cuáles son tus musas?

Autoras admiro a muchas, pero no son mis musas. Cuanto mucho, mis predilectas. En canto a las musas internas, ese algo delicuescente llamado “inspiración”… Si no sonara bastante pedante diría que mi musa soy yo, porque la génesis creativa nace y emerge exclusivamente de mí inconsciente. Es más, si repentinamente se corporizara frente a mi laptop una musa, que imagino con túnica multicolor de tul vaporoso y voz de Barbra Streisand susurrándome al oído creo que me daría un soponcio letal.

- En un plano más personal: ¿Cuándo saliste del clóset como escritora? ¿Sentiste que era importante contar que eras lesbiana? ¿Por qué?

Apenas publicada la Insensata en España porque, efectivamente, consideré de vital importancia que quienes tenemos una determinada visibilidad pública debemos explicitar con auténtica normalidad nuestra identidad afectiva. Fue una decisión política que sostengo hasta el día de hoy. Con contradicciones, admito, porque soy muy celosa de mi vida privada y lo que yo haga o deje de hacer no le incumbe a nadie más que a mi conciencia. Pero hay concesiones que merecen la pena, y tanto.

- Por los tiempos que vive la Argentina: ¿Sentís que la sociedad está más abierta a leer historias de amor entre personas del mismo sexo?

La “sociedad” es un río con muchos meandros. Hay personas abiertas porque lo son en todos los aspectos de su vida y otras que asesinan a escopetazos a muchas “Pepas Gaitán”. Hay familias que aman sin ambages a sus hijas e hijos homosexuales, otras que les expulsan de sus casas y existencias. Quienes sienten orgullo y quienes les someten a curas de Sakel, una brutalidad aún vigente que consiste en inyectar insulina hasta caer en estado de coma para luego revivirle devuelto a la “normalidad”: un heterosexual reciclado.

Quiero creer que, a grandes rasgos, nuestra sociedad es cada vez más respetuosa con la diversidad afectiva. Y subrayo la palabra respeto, que no tolerancia. “Tolerancia” es un concepto que deploro, en tanto implica un alguien condescendiente que soporta y le perdona la vida a quien no es su clon. Respeto, por el contrario, connota igualdad: eres como eres, soy como soy, aquí nadie “tolera” a nadie, convivimos armoniosamente.

- ¿Quiénes leen literatura de argumento homosexual, entonces?

A imagen y semejanza de la sociedad, hay de todo en la viña. El morboso que ve una mujer desnuda en la portada y se relame fantaseando en participar por carácter transitivo de la gimnástica fornicación entre dos mujeres. Pobrecillo, imagino su frustración onanista. No es mi estilo, me regodeo voluptuosamente en el erotismo y leer catálogos de posturitas genitales me aburre hasta el bostezo

¿Quiénes más? Gente lectora de la buena, interesada en la literatura con independencia del argumento; personas culturalmente curiosas, iniciadas en la temática…En fin, de todo un poco.

- ¿Cuál es tu público, sabes? ¿sentís que se identifican más los homosexuales con las historias que contás?

No especialmente. Mi público es muy heterogéneo: los hombres me leen mucho, especialmente los heterosexuales y muchos homosexuales, poco dados a consumir temática sáfica -, así como mujeres de cualquier edad e identidad afectiva. Y, naturalmente, lesbianas de toda índole que me agradecen la naturalidad del tratamiento lésbico. Me emocionan en particular esas jóvenes que me dicen “yo me creía una enferma hasta que leí tu Insensata, me acepté como soy y me atreví a hablar con mis padres”. Es sumamente gratificante, en alguna medida completa el sentido de mi novela y me hace sentir que merece y tanto la pena hacer lo que hago.



Fuente: Boquitas Pintadas

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