Sin muchas vueltas y en términos generales, podría clasificar a las personas en dos grandes grupos: las de amor-y-sexo y las de sexo-sin-amor. Entonces, la pregunta en cuestión es: ¿el amor y el sexo están inextricablemente conectados? ¿Cómo puede el sexo tener algo que ver con el amor?
Hay una tendencia a asociar el deseo sexual con el amor y la valoración del otro; por lo tanto afirmar frente a su pareja que desde hace tiempo que no siente interés sexual, es vivido como un sinónimo de decirle que ya no lo quiere más y, por lo tanto, la fantasía subyacente es la de provocarle una herida dolorosa que, en consecuencia, se intenta evitar. Esta asociación amor-deseo sexual no es necesariamente válida, por lo tanto la pérdida de interés no tiene porque implicar en todos los casos una pérdida amorosa.
En general, hay una tendencia a pensar lo sexual como un sentimiento espontáneo, estable y natural que se despierta entre dos seres humanos que se atraen amorosamente, pero todos sabemos que no es esta la única fuente de excitación, ya que muchas veces ésta surge en situaciones donde el amor no está presente, pero ciertos estímulos físicos (visuales, táctiles, etc.) o provocados por la fantasía generan el deseo. Una conclusión que sacamos de lo expuesto es que pareciera que no es necesario el enamoramiento para que se despierte el deseo sexual.
También podríamos afirmar por la inversa que la falta de deseo sexual no tiene porque implicar necesariamente un desenamoramiento. Sin embargo, persiste la creencia de que, habiendo amor, seguro que el deseo debe estar presente. Frente a esta asociación de deseo sexual y amor, si una pareja o miembro de una pareja siente falta de estímulo sexual, lo primero que se empieza a cuestionar es el grado de enamoramiento, y si éste no estará perdiéndose.
Es aquí donde debemos hacer un alto y enfrentarnos a una situación que, quizás, rompa en alguno de los lectores con una ilusión romántica y pura de la sexualidad. Muchas parejas, por desconocimiento y por una falsa creencia, han llegado finalmente a deteriorarse afectivamente, sin haber entendido nunca las causas de tal pérdida.
Lo primero que deberíamos pensar entonces es cuál es nuestra definición de amor y enamoramiento. Si por amor de pareja entendemos lo que el mito romántico nos ha hecho creer, el amor debe ir acompañado de su demostración más pasional y visceral que es el sexo. Pero si entendemos el amor en un sentido amplio, como una demostración de afecto, cariño y estima hacia otra persona, el sexo aquí no resulta imprescindible.
Y si, obviamente todos tenemos una mirada diferente sobre el sexo. Lo que me llama poderosamente la atención es que aún persista la idea de que tener una buena química sexual entre dos personas sea más importante que compartir intereses, valores y sentido del humor.
El sexo no tiene absolutamente nada que ver con el amor. Solo que cuando ambos se juntan el resultado es maravilloso.
Fuente: AGMagazine
Hay una tendencia a asociar el deseo sexual con el amor y la valoración del otro; por lo tanto afirmar frente a su pareja que desde hace tiempo que no siente interés sexual, es vivido como un sinónimo de decirle que ya no lo quiere más y, por lo tanto, la fantasía subyacente es la de provocarle una herida dolorosa que, en consecuencia, se intenta evitar. Esta asociación amor-deseo sexual no es necesariamente válida, por lo tanto la pérdida de interés no tiene porque implicar en todos los casos una pérdida amorosa.
En general, hay una tendencia a pensar lo sexual como un sentimiento espontáneo, estable y natural que se despierta entre dos seres humanos que se atraen amorosamente, pero todos sabemos que no es esta la única fuente de excitación, ya que muchas veces ésta surge en situaciones donde el amor no está presente, pero ciertos estímulos físicos (visuales, táctiles, etc.) o provocados por la fantasía generan el deseo. Una conclusión que sacamos de lo expuesto es que pareciera que no es necesario el enamoramiento para que se despierte el deseo sexual.
También podríamos afirmar por la inversa que la falta de deseo sexual no tiene porque implicar necesariamente un desenamoramiento. Sin embargo, persiste la creencia de que, habiendo amor, seguro que el deseo debe estar presente. Frente a esta asociación de deseo sexual y amor, si una pareja o miembro de una pareja siente falta de estímulo sexual, lo primero que se empieza a cuestionar es el grado de enamoramiento, y si éste no estará perdiéndose.
Es aquí donde debemos hacer un alto y enfrentarnos a una situación que, quizás, rompa en alguno de los lectores con una ilusión romántica y pura de la sexualidad. Muchas parejas, por desconocimiento y por una falsa creencia, han llegado finalmente a deteriorarse afectivamente, sin haber entendido nunca las causas de tal pérdida.
Lo primero que deberíamos pensar entonces es cuál es nuestra definición de amor y enamoramiento. Si por amor de pareja entendemos lo que el mito romántico nos ha hecho creer, el amor debe ir acompañado de su demostración más pasional y visceral que es el sexo. Pero si entendemos el amor en un sentido amplio, como una demostración de afecto, cariño y estima hacia otra persona, el sexo aquí no resulta imprescindible.
Y si, obviamente todos tenemos una mirada diferente sobre el sexo. Lo que me llama poderosamente la atención es que aún persista la idea de que tener una buena química sexual entre dos personas sea más importante que compartir intereses, valores y sentido del humor.
El sexo no tiene absolutamente nada que ver con el amor. Solo que cuando ambos se juntan el resultado es maravilloso.
Fuente: AGMagazine