Casi, casi. Antes de la derrota, la SAFGay tuvo un camino arrollador hacia la final: les ganó a Japón, Canadá, Suecia y EE.UU. Al partido definitorio llegó con sus dos goleadores lesionados. Y se quedó en la puerta.

“Esto sirve para derribar prejuicios, como que los maricones no juegan al fútbol. No hay una forma de ser gay, estamos en todos lados.” César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, habla tranquilo y feliz. La Selección argentina de fútbol gay acaba de consagrarse subcampeona del Mundial Gay Lésbico, que se jugó en Londres. No pudo llevarse el título: perdió ayer por 5-0 ante los ingleses Stonewall Lions. A pesar de la derrota, la Argentina cerró una actuación colmada de dignidad.
“Al fin y al cabo, terminamos mejor de lo que terminó la Selección en el Mundial de Alemania”, reflexiona Gabriel Oviedo, editor del sitio SentidoG.com, que durante el certamen actuó como una especie de vocero del equipo. Y cuando Gabriel dice “la Selección”, no se refiere a la gay sino a la ¿heterosexual?, que en 2006 quedó eliminada en cuartos de final.
La SAFGay tuvo un camino arrollador hacia la final. Fue una seguidilla de triunfos contundentes: 3-2 a Samurai Japan, de Japón; 7-0 a Toronto Titans, de Canadá; 3-1 a los ingleses Stonewall; 5-3 a Florida Storm, de Estados Unidos, y 5-1 a Stockholm Snipers IF, de Suecia.
Todos los partidos se jugaron en el Regents Park. Para la final, se cambió de escenario; el encuentro se disputó en el estadio Matchroom, feudo del Leyton Orient, en el este de Londres. En el medio, el equipo perdió a Juan Schinea y Cristian Pare, sus dos goleadores, por lo que llegó rengo al partido decisivo. Stonewall resultó un equipo imparable, sintiéndose a sus anchas en su tierra. Y así la Argentina no pudo hacer nada más.
El Mundial de Fútbol Gay Lésbico, organizado por la Asociación Internacional de Fútbol Lésbico Gay (IGLFA, por sus siglas en inglés), no es un torneo por países, sino por equipos. Por eso pueden participar varios conjuntos de cada país; por Inglaterra, incluso, jugaron dieciséis equipos.
El año pasado, el Mundial se disputó en el país, donde Los Dogos argentinos se llevaron el título como locales, precisamente ganándoles la final a los Stonewall Lions, que a esta altura parecen una potencia mundial, ya que también son los campeones gay de Europa. Pero esta vez Los Dogos no participaron, y la SAFGay representó a la Argentina.
Para llegar al Mundial, cada uno de los integrantes del equipo se pagó su pasaje, financiándose incluso con rifas en boliches gays. La CHA hizo las gestiones ante el Ministerio del Interior para obtener los pasaportes a tiempo. Además, la organización obtuvo la adhesión de la Asociación del Fútbol Argentino, que proveyó las camisetas con las que el equipo disputó la final. El alojamiento se consiguió mediante becas de la IGLFA.
En Londres, Walter García, capitán del equipo, ya palpitaba desde temprano la final: “Recién nos levantamos. La verdad, estamos muy contentos y con muchas expectativas. ¡En unas horas jugamos la final! ¡Es increíble llegar a una final con tantos equipos ingleses! Pero, como amamos el fútbol y a nuestro país, con mucho orgullo extenderemos los colores en este suelo”, escribió en un mensaje de texto. Walter es un futbolero de alma.
Horas más tarde, con la derrota, la alegría no se achicó: “Siento una gran satisfacción por la labor realizada, y por haber llegado hasta acá: fue como cumplir un sueño. Un equipo argentino finalista en Londres es lo que esperábamos –dice Walter–. Gracias a todos aquellos que desde el primer momento nos apoyaron y confiaron en nosotros. Estamos muy felices por el desempeño obtenido”.
“Stonewall es un gran equipo. Nos sentimos muy contentos de haber llegado a la final y representado a nuestro país en este campeonato”, dijo el capitán del plantel. Para Cigliutti, de la CHA, que el equipo haya llegado hasta la final fue importantísimo, todo un logro: “Cualquier cosa que se haga desde lo gay es un acto de reivindicación, de visibilidad: es un acto político”, dice. Mucho más, si eso ocurre en el fútbol.
“Es el ambiente más homofóbico, no hay ninguno igual, con los cánticos y todo eso. Y yo creo que esto es justamente una respuesta.” Para dar una idea, esta semana el INADI presentó el Observatorio de la Discriminación en el Fútbol, donde recibirá denuncias de lo que ocurra en los estadios, incluso poniendo la lupa en los cantos de las tribunas. Ahí, en las hinchadas, ser puto es sinónimo de debilidad.
El Mundial de Fútbol Gay Lésbico se juega todos los años. Cada cuatro, además, coincide con las Olimpíadas Gay. “Este campeonato reúne a equipos a través del mundo y anima a los homosexuales a implicarse en el deporte”, explica el activista de los derechos de los homosexuales Peter Tatchell. Y dice que es, ni más ni menos, que “un desafío al machismo y a la homofobia que está asociada a menudo al fútbol en numerosas regiones del mundo”.
Ahora, la SAFGay ya piensa en el próximo Mundial, en Washington. Y, para eso, ya empezó a financiarse. Incluso, entre varias vueltas de llave, los integrantes del equipo hicieron un calendario de fotos donde posan desnudos. Comunidad gay, atenta: el próximo mes, ya podría estar en venta.
Si el fútbol no fuera la sociedad a escala –o peor, como dice Cigliutti–, Alfio Basile podría tener en cuenta a algunos de estos muchachos. Pero es un imposible, una utopía. La homofobia futbolera alguna vez tuvo su hito en una frase de Daniel Passarella cuando era técnico de la Selección: “No aceptaría a un homosexual en mi equipo”. Nunca se olvidarán esas palabras. Passarella no hablaba sólo por él: también hablaba por el fútbol.
“También se ve la hipocresía –dice Oviedo–. Porque hay muchos jugadores que se encaman con travestis, son gays, y no lo dicen porque no pueden. El fútbol no lo permite.” Para el editor del portal gay, el torneo sirvió para promover la visibilidad gay en el deporte: “La idea es que no tuvieran que existir ni las Olimpíadas ni el Mundial gays. Pero existen y sirven para promover la visibilidad gay en el deporte: demuestra que los homosexuales no juegan a las muñecas”. Y no.

“Esto sirve para derribar prejuicios, como que los maricones no juegan al fútbol. No hay una forma de ser gay, estamos en todos lados.” César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, habla tranquilo y feliz. La Selección argentina de fútbol gay acaba de consagrarse subcampeona del Mundial Gay Lésbico, que se jugó en Londres. No pudo llevarse el título: perdió ayer por 5-0 ante los ingleses Stonewall Lions. A pesar de la derrota, la Argentina cerró una actuación colmada de dignidad.
“Al fin y al cabo, terminamos mejor de lo que terminó la Selección en el Mundial de Alemania”, reflexiona Gabriel Oviedo, editor del sitio SentidoG.com, que durante el certamen actuó como una especie de vocero del equipo. Y cuando Gabriel dice “la Selección”, no se refiere a la gay sino a la ¿heterosexual?, que en 2006 quedó eliminada en cuartos de final.
La SAFGay tuvo un camino arrollador hacia la final. Fue una seguidilla de triunfos contundentes: 3-2 a Samurai Japan, de Japón; 7-0 a Toronto Titans, de Canadá; 3-1 a los ingleses Stonewall; 5-3 a Florida Storm, de Estados Unidos, y 5-1 a Stockholm Snipers IF, de Suecia.
Todos los partidos se jugaron en el Regents Park. Para la final, se cambió de escenario; el encuentro se disputó en el estadio Matchroom, feudo del Leyton Orient, en el este de Londres. En el medio, el equipo perdió a Juan Schinea y Cristian Pare, sus dos goleadores, por lo que llegó rengo al partido decisivo. Stonewall resultó un equipo imparable, sintiéndose a sus anchas en su tierra. Y así la Argentina no pudo hacer nada más.
El Mundial de Fútbol Gay Lésbico, organizado por la Asociación Internacional de Fútbol Lésbico Gay (IGLFA, por sus siglas en inglés), no es un torneo por países, sino por equipos. Por eso pueden participar varios conjuntos de cada país; por Inglaterra, incluso, jugaron dieciséis equipos.
El año pasado, el Mundial se disputó en el país, donde Los Dogos argentinos se llevaron el título como locales, precisamente ganándoles la final a los Stonewall Lions, que a esta altura parecen una potencia mundial, ya que también son los campeones gay de Europa. Pero esta vez Los Dogos no participaron, y la SAFGay representó a la Argentina.
Para llegar al Mundial, cada uno de los integrantes del equipo se pagó su pasaje, financiándose incluso con rifas en boliches gays. La CHA hizo las gestiones ante el Ministerio del Interior para obtener los pasaportes a tiempo. Además, la organización obtuvo la adhesión de la Asociación del Fútbol Argentino, que proveyó las camisetas con las que el equipo disputó la final. El alojamiento se consiguió mediante becas de la IGLFA.
En Londres, Walter García, capitán del equipo, ya palpitaba desde temprano la final: “Recién nos levantamos. La verdad, estamos muy contentos y con muchas expectativas. ¡En unas horas jugamos la final! ¡Es increíble llegar a una final con tantos equipos ingleses! Pero, como amamos el fútbol y a nuestro país, con mucho orgullo extenderemos los colores en este suelo”, escribió en un mensaje de texto. Walter es un futbolero de alma.
Horas más tarde, con la derrota, la alegría no se achicó: “Siento una gran satisfacción por la labor realizada, y por haber llegado hasta acá: fue como cumplir un sueño. Un equipo argentino finalista en Londres es lo que esperábamos –dice Walter–. Gracias a todos aquellos que desde el primer momento nos apoyaron y confiaron en nosotros. Estamos muy felices por el desempeño obtenido”.
“Stonewall es un gran equipo. Nos sentimos muy contentos de haber llegado a la final y representado a nuestro país en este campeonato”, dijo el capitán del plantel. Para Cigliutti, de la CHA, que el equipo haya llegado hasta la final fue importantísimo, todo un logro: “Cualquier cosa que se haga desde lo gay es un acto de reivindicación, de visibilidad: es un acto político”, dice. Mucho más, si eso ocurre en el fútbol.
“Es el ambiente más homofóbico, no hay ninguno igual, con los cánticos y todo eso. Y yo creo que esto es justamente una respuesta.” Para dar una idea, esta semana el INADI presentó el Observatorio de la Discriminación en el Fútbol, donde recibirá denuncias de lo que ocurra en los estadios, incluso poniendo la lupa en los cantos de las tribunas. Ahí, en las hinchadas, ser puto es sinónimo de debilidad.
El Mundial de Fútbol Gay Lésbico se juega todos los años. Cada cuatro, además, coincide con las Olimpíadas Gay. “Este campeonato reúne a equipos a través del mundo y anima a los homosexuales a implicarse en el deporte”, explica el activista de los derechos de los homosexuales Peter Tatchell. Y dice que es, ni más ni menos, que “un desafío al machismo y a la homofobia que está asociada a menudo al fútbol en numerosas regiones del mundo”.
Ahora, la SAFGay ya piensa en el próximo Mundial, en Washington. Y, para eso, ya empezó a financiarse. Incluso, entre varias vueltas de llave, los integrantes del equipo hicieron un calendario de fotos donde posan desnudos. Comunidad gay, atenta: el próximo mes, ya podría estar en venta.
Si el fútbol no fuera la sociedad a escala –o peor, como dice Cigliutti–, Alfio Basile podría tener en cuenta a algunos de estos muchachos. Pero es un imposible, una utopía. La homofobia futbolera alguna vez tuvo su hito en una frase de Daniel Passarella cuando era técnico de la Selección: “No aceptaría a un homosexual en mi equipo”. Nunca se olvidarán esas palabras. Passarella no hablaba sólo por él: también hablaba por el fútbol.
“También se ve la hipocresía –dice Oviedo–. Porque hay muchos jugadores que se encaman con travestis, son gays, y no lo dicen porque no pueden. El fútbol no lo permite.” Para el editor del portal gay, el torneo sirvió para promover la visibilidad gay en el deporte: “La idea es que no tuvieran que existir ni las Olimpíadas ni el Mundial gays. Pero existen y sirven para promover la visibilidad gay en el deporte: demuestra que los homosexuales no juegan a las muñecas”. Y no.