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15 de enero de 2009

Aquello es como yo

2 Comentarios
Fernando Peña – (En el borde / CriticaDigital)

Hoy me puse a reflexionar sobre el nivel de inmadurez que instalan los programas de Marcelo Tinelli, es irritante. Ante todo aclaro que no odio a Tinelli y que no me quiero colgar de Marce, hacerlo mierda y crear polémica al pedo. Tampoco quiero hacer un análisis moral del tema, no soy el indicado. Estoy a favor de todo lo explícito, me divierte el show y me encanta el cuerpo humano desnudo.

Quiero hablar de lo peligroso que es estar, desde chicos, tan alejados de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad. Y quiero hablar también de los potenciales violadores, abusadores y enfermitos que hay en nuestra sociedad. No puede ser que el cuerpo desnudo, el porongo de metal en el orto, la brillantina en las cachas tenga hipnotizados a millones de personas.

Vayamos un paso más allá. Pensemos en por qué esas escenas mantienen en vilo a todos. Expectantes, bobos.

Tengo todos los canales porno en casa y están habilitados en todos los decodificadores. De hecho, el televisor del comedor diario también tiene decodificador. Vivo con mi novio, con María, quien es alguien más que una empleada y está mucho tiempo en casa, Bebu, mi mano derecha, productor, asistente, etc. A veces, estamos comiendo a la noche y de repente haciendo zapping pasan dos que están cogiendo alegremente y a nadie de mi grupo familiar se le mueve un pelo. Por supuesto que no nos detenemos a verlo pero nadie se pone nervioso, ni se ríe, ni se codea a lo pavo, ni se comenta nada. Pasa. Como algo natural. Es un canal porno y punto.

María, que trabaja conmigo desde hace muchos años, se acostumbró a tomarlo con naturalidad. En el teatro me asiste cuando me cambio de personaje en personaje, ha ido a playas nudistas conmigo y las conversaciones con respecto al sexo y a la sexualidad son comunes. Así, nos fuimos acostumbrando a las cosas que nos eran extrañas. Cuando María empezó a trabajar conmigo hace 12 años, obviamente, que no era como es hoy. Sus reacciones ante todo el carnaval que es mi vida eran diferentes. A veces ella limpiaba mi cuarto mientras yo tomaba una ducha y cuando terminaba y pasaba con la toalla en la cintura a buscar un calzoncillo se asombraba o miraba para otro lado. Yo le expliqué que a mí no me parecía mal andar como Adán y Eva por la vida, le hice entender que para mí era natural. De a poco, no sólo lo aceptó, sino que lo entendió, lo comprendió y lo incorporó sanamente.

No pretendo convencer a nadie para que ande desnudo o con un taparrabos por su casa o delante de quien no quiere, pero creo que hemos llegado a un nivel de estupidez importante en lo que al desnudo y a nuestros cuerpos respecta.

No es nuevo, ni yo estaría aggiornado si les dijese que basta con decirle chichi, pajarito, papá puso una semilla en la calabaza de mamá, cotorrita, cigüeña, etc. Esta estupidez es el producto de ese lenguaje. El lenguaje que no termina de develar el misterio, el lenguaje es mudo. Gracias al “no aclares que oscurece” es que estamos así: aclará que aclara, diría yo.

Por eso cuando comento que voy a una playa nudista todavía hay quienes hacen preguntas disparatadas como que si se te para delante de todo el mundo, que si van chicos, que cómo puede ser. Es la moral invertida.

Por no vernos como somos desde chicos es que estamos tan miedosos e incómodamente curiosos con el desnudo. Por no acostumbrarnos. Por eso lo llamamos estar en pelotas, y no desnudos. Que lástima que nuestros cuerpos sean sinónimo de formas extrañas todavía. Algo ajeno. Algo desmesuradamente tentador a punto de ser abusado por un voyaeur de TV o por un toqueteador. Qué lástima que no seamos moneda corriente, qué raro que nos asuste nuestra forma. Qué feo que el concepto sea taparnos en vez de abrigarnos, qué inconveniente que el deseo se transforme en hambruna. Qué extraño que seamos la curiosidad… nosotros mismos… y nos miremos como otros.

Una vez, un profesor de educación cívica, cuando todavía se llamaba ERSA, nos dijo que la mejor manera de descubrir a un pelado era cuando éste usa peluquín…

Creo que no tengo más nada que decir.







2 Comentarios:

  1. Jajaja! Me hace gracia lo de la semilla,... me recuerda siempre a un chiste que dice algo como "Pues nada, papá puso una semillita en el coño de mamá y se la metío con la polla", jajaja! Qué grosero soy ^^

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  2. Hola Otto Más:
    jajaja...
    Esta bueno el chiste!
    jejeje...
    A mi me encanta como analiza las cosas Ferando Peña, es muy inteligente y no se calla nada. Pero hay a mucha gente que no le gusta para nada, pero a mi no me desagrada.
    Bueno loco, gracias por tu comentario y hasta pronto.
    Bye bye.-

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