
¿Somos superiores al resto?, es una pregunta que muchos se han preguntado alguna vez, otr@s han llevado esa convicción mucho más allá, imponiendo su voluntad a los que consideran inferiores. Históricamente siempre han existido grupos de personas discriminadas ya sea por su raza, ideología o religión. Las personas de color, los judíos, los indios, y los gay son algunos de aquellos grupos que en algún momento han enfrentado el rechazo social, lo que ha dado pie para muchas atrocidades como la esclavitud en Estados Unidos o el holocausto Nazi.

Los gay son en este momento, el chivo expiatorio de algunos gobiernos que nos atribuyen la causa de muchos de sus problemas, eludiendo su propia responsabilidad hacia ellos. Ya que el comunismo pasó de moda, las personas de color y los indios apuntan a altos cargos políticos (Obama y Evo Morales por ejemplo), y los judíos prácticamente dominan la economía mundial, sólo queda la comunidad gay para satisfacer las ansias de sangre de la iglesia y otros grupos conservadores.

Pero volviendo al tema de fondo, resulta claro que la influencia del mundo gay sobre la sociedad actual es mucho mayor que hace una década atrás, a pesar de la oposición de ciertos sectores que parecen obsesionados con quitarnos cada vez más protagonismo. Esta influencia se puede observar en distintas áreas como la moda, los medios de comunicación, la política e incluso el deporte. Así que de manera casi furtiva, el punto de vista gay se ha ido infiltrando en la cultura occidental, aunque no tanto en el oriente medio, donde aun somos perseguidos casi con antorchas por las calles.
En varias instancias la opinión de los gay es mucho más valorada ahora, y a un nivel más cotidiano para muchas mujeres ya no sólo es cool tener un mejor amigo gay sino que es casi una obligación. Mientras, los hombres heterosexuales nos ven como la competencia injusta ya que “en teoría” se supone que nos vestimos mejor, nos preocupamos más de nuestra imagen, somos exitosos, inteligentes y tenemos buen gusto en la mayoría de los casos (aunque siempre hay excepciones para ambos lados). Ellas nos encuentran divertidos, atractivos y confiables puesto que nunca intentaremos propasarnos con ellas y eso muchas veces termina irritando a los más inseguros, que los lleva a odiar a los gays o tratar de cambiar para asemejarse lo más posible a nosotros (de ahí el posible origen de los metrosexuales).

Aunque hay que reconocer que ciertas personas provocan esa reacción de manera casi instantánea como los llamados “flaytes” (personaje popular típico de chile con escaso nivel educacional y habilidades sociales casi nulas). Es cierto que generalizar es malo pero este segmento de personas tan estigmatizadas por la alta taza de delincuencia asociada a ellos, muchas veces son una personificación del mal gusto, la ignorancia y la mediocridad.
Por ende resulta natural arrugar la nariz en señal de desagrado al toparse en la calle con alguno de estos pintorescos personajes, lo que no es necesariamente malo, sólo estamos educados para reaccionar de esa forma por la misma sociedad en la cual tratamos desesperadamente de encajar. Pero la discriminación que ejercemos hacia otros no termina ahí ya que por lo general, tendemos a rechazar a cualquiera que no encaje en algún esquema de pseudonormalidad autoimpuesto.
Conciente o no, la tendencia actual es hacia la segregación y el distanciamiento social. Nos gusta compartir en grupo, pero los miembros de nuestro grupo deben tener características similares a nosotros, siendo muy difícil que un extraño ingrese al círculo si no se ajusta al perfil. Los gay ABC1 no se juntan con un gay promedio, ni estos con las “locas”, o con los Osos, ni las lesbianas aunque uno puede tener amistades de una u otra clase, lo normal es que los grupos no se mezclen.
Entonces resulta que no sólo discriminamos a otros por lo que son o lo que hacen sino también lo hacemos entre nosotros mismos, y en medio de la superficialidad de la cultura homosexual la apariencia parece que lo es todo; así que en vez de la supervivencia del más apto, vivimos según la ley del más “producido”. Este arribismo que manifestamos frente al resto, a veces ralla en el fanatismo lo que resulta contraproducente en muchos aspectos, pero por otro lado, una actitud agresiva es lo que ha permitido a la comunidad gay, sobrevivir en una sociedad que fomenta la intolerancia y el rechazo ante lo que es diferente.
Así que ¿somos superiores al resto?, a veces quisiera creer que sí, pero la verdad es que no somos mejores ni peores, sólo nos enfocamos en cosas distintas, pero es indiscutible que los gay han sabido abrirse camino en el mundo a pesar de las limitaciones, sólo falta ser un poco más humildes con nuestros logros, y no hacer a otros lo que no queremos que nos hagan también.
Fuente: Gay Magazine