
La joven conductora española mira a cámara en el video de una página de Myspace y hace La Gran Pregunta. ¿Quién sabe más de sexo, él o ella? MTV y Bayer, con apoyo de Unicef, abrieron el interrogante que respondieron 300 personas, y aunque no todas la consideraron apropiada, felicitaron la iniciativa de abrir un espacio para “conversar” sobre el tema. Especialmente en países como Honduras o México donde todavía las sociedades son conservadoras. ¿Y en la Argentina? Algunos todavía prefieren no hablar de sexo y resurgen las voces de la discordia.
Desde el sector más conservador de la Iglesia, monseñor Héctor Aguer, presidente de la Comisión de Educación Católica del Episcopado, calificó de “neomarxista y totalitario” un manual de capacitación sobre educación sexual y VIH/sida, distribuido por el Ministerio de Educación a 5.000 docentes del norte y sur del país en 2007. No es la primera vez, y seguramente no será la última, que Aguer levanta la polémica, aduciendo que la Ley Nacional de Educación Sexual (Nº 26.150), reglamentada en 2008 y que rige en todo el país, no incluye “ni amor, ni responsabilidad, ni matrimonio, ni familia como proyecto de vida, y excluye la formación en las virtudes, el aprecio y respeto de los valores esenciales que constituyen a la persona”.
Error. “Nosotros también creemos en los valores, y en que las relaciones sexuales tienen que estar en un marco de respeto y amor al otro –dijo a Veintitrés el ministro de Educación Alberto Sileoni–. El manual sostiene que el preservativo es un método muy apto para evitar enfermedades de transmisión sexual, y la Iglesia entiende que esto es reduccionista porque no incluimos la abstinencia ni las relaciones monógamas estables. Y la abstinencia no es un método, es una conducta sexual.”
Sileoni prefiere no ahondar en esta nueva polémica, pero asegura que “Aguer discute estas cuestiones para no informar” y aclara que “las escuelas confesionales tienen derecho a transmitir los valores de su comunidad religiosa, pero primero tienen la obligación de dar la información científicamente validada”.
Una de las acusaciones de Aguer contra el Manual fue que otorgaba “carta de ciudadanía a la homosexualidad y sus variantes”. Esteban Pailón, secretario de VOX –asociación que lucha por los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, travestis y transexuales–, afirmó que “en un país democrático todos sus habitantes somos ciudadanos. No necesitamos permiso de ninguna confesión religiosa para ejercer nuestra ciudadanía”.
En todo caso, si ser neomarxista implica contribuir a evitar embarazos no deseados, abusos sexuales, a reducir la mortalidad materna, los abortos, la violencia entre hombres y mujeres, y a prevenir enfermedades de transmisión sexual, no debe ser una orientación tan demoníaca. Falta mucho para que todos los jóvenes argentinos, mujeres y varones, tengan la formación e información suficiente como para disfrutar y decidir sobre sus propios cuerpos. Por eso la ley es clave, aunque el federalismo habilita a cada provincia a cumplirla... o no.
“Las dificultades para introducir el tema en las escuelas se relacionan con los sectores conservadores, que tienen otra visión de lo que debería ser la educación sexual y quiénes deberían impartirla –afirmó a Veintitrés Mirta Marina, coordinadora nacional de Educación Sexual Integral (ESI)–. No basta la ley, hay que seguir trabajando en la aplicación. En algunas provincias recién están distribuyendo los lineamientos generales.” Ese es el primer paso para definir contenidos específicos en cada escuela. Algunas vienen trabajando hace años con adolescentes por iniciativas aisladas de sus directivos, y ahora se ven fortalecidos con la norma que, además, propone trabajar desde el nivel inicial con un enfoque integral de la sexualidad que va más allá de la promoción del sexo responsable y la prevención de enfermedades.
El ministro insiste en que “los más conservadores deberían pensar que la ley provee una herramienta, un docente capacitado, para trabajar con los chicos aquellos temas que ellos no quieren hablar con los padres”.
¿Cómo llevan los maestros el tema al aula? Algunos sindicatos brindan talleres desde hace años pero no tienen alcance masivo. Y uno de los reclamos es que todavía no hay un abordaje específico de la materia en los 1.232 institutos de formación que tiene el país. Verónica Tovorovsky, psicóloga y docente del Normal 10, de la ciudad de Buenos Aires, sostiene la “necesidad de orientación en la carrera. La preocupación de los docentes es cómo hablar de sexo porque no ven que la ley va más allá de lo genital”.
Por eso el ministerio abrió un curso virtual el año pasado que se dictó en 15 provincias. Este año, a partir del 1 de septiembre, alcanzará a 1.700 docentes de 80 escuelas de todo el país, y a funcionarios y asesores de los ministerios de Educación y Salud.
Las Ciencias Sociales brindan la oportunidad de reflexionar sobre las relaciones de género y las pautas de sexualidad “ideales” en diferentes épocas y lugares. La sexualidad, más que manifestación de un instinto natural y destino biológico, es una construcción social. Así lo entienden las investigadoras Silvia Elizalde, Karina Felitti y Graciela Queirolo, autoras de Género y sexualidades en las tramas del saber (Del Zorzal), donde proponen pensar cómo y por qué la educación sexual no es sólo responsabilidad de los docentes de biología sino de todas las materias.
Inés María Izquierdo Vázquez es asesora pedagógica del Centro Polivalente de Arte de la ciudad de La Rioja; confiesa que “hay mucho tabú y una concepción bastante antigua del tema. Muchos docentes creen que hablar induce a los chicos a tener sexo. Y no es eso, sino que conozcan su cuerpo, su desarrollo, y que puedan prevenir embarazos y enfermedades”. Cuenta Inés que también intentan trabajar con los padres y aunque al primer encuentro sólo fueron seis, no se rinden y ya programaron una segunda reunión. “La nuestra es una sociedad muy cerrada, muy estereotipada, y cuesta”, admite.
María de los Ángeles Jorge de Casabella es médica pediatra del equipo interprovincial de Chaco y reconoce que “es un camino bastante difícil acá. No hay una receta para hablar del tema, así que tuvimos que unificar criterios”. Todavía se sorprende cuando, en los talleres, los padres no quieren hablar de sexualidad con sus hijos ni que otros les hablen.
“La educación sexual requiere de un cambio cultural. Primero hay que analizar cómo estamos los docentes”, dice Angélica Graziano, del área de capacitación de la Unión de Trabajadores de la Educación. Eva, maestra del colegio provincial de Aminga, La Rioja, coincide: “Los chicos toman el sexo como una forma de ser aceptados por sus pares, de castigo a los padres, o para satisfacer un deseo que no pueden controlar, y a veces los adultos parecen olvidar sus experiencias adolescentes o las ocultan ante los jóvenes”. Beatriz Greco, docente y autora de material del ministerio, comenta que las preguntas frecuentes son “desde qué concepto de sexualidad abordamos el tema, qué posición asumir frente a situaciones críticas o desde dónde acompañar al chico. Los adultos no tuvimos educación sexual, y tampoco se hablaba en las casas. No todos están dispuestos a tomar el tema con los alumnos”, lo cual demuestra la necesidad de apoyo de los directivos y de trabajo en equipo. El proceso es lento pero no hay dudas en que de este tema hay que hablar, más allá de las polémicas.