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29 de abril de 2011

Facebook, ¿la vidriera del desencuentro?

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La de Alberto es una historia que recorre el descubrimiento de su homosexualidad con Martín y, podría decirse, del amor hacia él; no se queda en ese nacimiento sino que nos relata su vida hasta la adultez. Facebook, la red social que funciona como vidriera donde casi todo el mundo tiene su lugar para exhibirse, fue para él el final de esta historia de amor y desencuentro.

Esta es una de las historias de salidas del clóset que presentamos en Boquitas pintadas: relatos en primera persona, de actualmente adultos gay que asisten semanalmente a los grupos de reflexión que coordina el lic. Alejandro Viedma en la organización Puerta Abierta. Comparto con ustedes el texto que elaboró Alberto

“Mi historia con Martín”

(por Alberto)

Infancia y celofán. Martín y yo éramos un dúo de amigos. Martín era eléctrico, inquieto, medio cabezón y con un mechón rebelde que siempre le cubría la cara y al que él manejaba con una actitud orgullosa y afectada. Era un líder nato e indiscutible… Porque ¡siempre tenía las últimas pilchas, los últimos juguetes y los últimos discos! ¡Fue el primero en tener el long play de La Pantera Rosa !, ¡un equipo de gimnasia Adidas, y la caja completa de fibras multicolores Sylvapen! ¡¡¡Nadie podía competir con él!!! La casa de Martín era grande y moderna, con dependencias de servicio y altillo con escalera, todo un universo para jugar y descubrirse…Me acuerdo que iba a su casa a tomar la leche y a hacer los deberes y cuando estábamos solos nos íbamos al cuarto de servicio, nos sentábamos en una silla y ¡¡¡me enseñaba a besar!!!…primero con los labios secos y luego con lengua. Como a mí eso me daba cierto asquito, a Martín se le ocurrió usar un celofán que ponía entre nuestras caras y con el cual me seguía besando… Y cada tanto escudriñando para que nadie nos descubriera.

Adolescencia y pileta. La primaria terminó, y nos separamos. Él se fue a la escuela nacional “normal” laica y yo seguí en el “religioso”. Nuevos desafíos, nuevos contextos y nuevas represiones se sepultaban en el arcón de la memoria y de la mente, los juegos de la infancia y el sexo… Una vez, cuando estaba en primer o segundo año, me enteré que Martín había tenido un “problema” con un compañero, era el escándalo del pueblo, y era lógico porque ya era uno de los “maricones” hechos y derechos… Me acuerdo que hasta yo lo criticaba, sumándome al coro represivo y lapidario… Pasó el tiempo, llegó la época de la colimba y yo estaba haciendo guardia en el tiro federal, limpiando la pileta en el pre verano del 83/84, y una mañana se acercó sigiloso. Estaba paseando en bicicleta, estaba más flaco e interesante. Pero nos mantuvimos a distancia, yo en una punta y él en la otra, mirándonos, escaneándonos, con nuestros corazones latiendo fuerte, mudos y separados por una barrera acuática de 20 metros… Y años de miedos, represiones y deseos ocultos.

Adultez y Facebook. El 2009 fue un año en el que se desmoronaron los cimientos que me habían sostenido hasta entonces. Epoca de tristezas, duelos, llantos y desgarros infinitos. En mi desesperada necesidad de recurrir a quien sea o lo que sea para poder sostenerme, lo busqué a Martín por facebook, a sabiendas de que seguramente no me respondería… Claro que lo hizo cortésmente. Antes de saber su respuesta, navegué un poco por su página, sus álbumes de fotos y su perfil. ¡Qué cambiado estaba!, rodeado de amigas de dobles apellidos y al parecer con look heterosexualizado… Qué pena me dio… No tanto por el rechazo a mi petición de amistad en sí, si no porque parecía que el celofán que habíamos usado para jugar a besarnos en la infancia, había crecido desmesuradamente hasta tal punto que lo había envuelto y aislado de su auténtica e inocultable esencia gay…

Alberto

Fuente: Boquitas Pintadas

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