
Los hechos ocurrieron en 2005. Durante una pausa nocturna, Tanisha Matthews, empleada en un establecimiento de la localidad estadounidense de Joliet, le gritó a Amy, una trabajadora lesbiana, que Dios no acepta a los homosexuales, que no deberían existir, que irían al infierno y que no están “bien de la cabeza“. Otros cinco empleados confirmaron que, en el transcurso de la discusión, Matthews dijo que gays y lesbianas irían al infierno y son unos pecadores.
La trabajadora despedida había demandado a Wal-Mart por una supuesta discriminación religiosa (es cristiana apostólica). La sentencia judicial, que confirma una emitida anteriormente por una instancia inferior, explica que el despido se debe a una violación de la política de la empresa contra el acoso laboral, y no a las creencias de la demandante.
No es el primer caso en el que la justicia impide que las convicciones religiosas sirvan de coartada para discriminar o atacar a alguien por su orientación sexual. En abril del año pasado, por ejemplo, nos hacíamos eco del caso de un terapeuta de pareja británico que fue despedido por negarse a atender a parejas homosexuales. Por su parte, el gigante Wal-Mart está envuelto desde hace varias semanas en un caso que lo enfrenta a miles de mujeres por pagarles presuntamente menos que a los empleados varones.
Fuente: Dos Manzanas