
No se terminó la homofobia, sólo que los homofóbicos se expresan de maneras distintas. De lo contrario, serían señalados, denunciados por discriminación. Así lo entiende el psicólogo Diego Samara quien, analiza la actual complejidad en la que se encuentran inmersas las personas gays.
En un momento de su texto cita un ejemplo de un paciente que se enfrentó a una de las caras de la homofobia en su trabajo. “Durante los dos años que trabajó en una empresa le decían que debía caminar como un hombre y en el baño aparecieron escrituras en la pared con referencias ofensivas hacia él”, cuenta el terapeuta. Luego lo despidieron argumentando que “ya no cumplía con los requisitos de la empresa”. Ahora que recuerdo, en un post anterior hablábamos de las dificultades de salir del clóset en el trabajo. Muchos de los lectores de Boquitas mencionan ese espacio, así como el de establecimientos educativos como los sitios en donde más circula y se sufre la homo – lesbofobia). Esta es otra manifestación de la intolerancia.
La vida gay en la compleja actualidad
En nuestro siglo, nuestra sociedad está muy fragmentada, dividida por creencias, ideologías, prejuicios, valores. Por ello me parece necesario intentar enfocar en la complejidad del asunto. Lo múltiple, la diversidad, muchas veces negada, rechazada, nos caracteriza en la actualidad.
Hace unos días, estando en un cumpleaños entre copas y charlas con personas de distinta edad, un pibe de unos 20 años comenta que se asombra de un hombre de 40 años porque no sale del clóset: “¡Cómo puede ser, hoy en día!”, exclamó sorprendido.
Pienso que actualmente hay homofobia como siempre, pero de distinta manera, más encubierta, no tan evidente como en el pasado porque ahora los homofóbicos saben que van a ser señalados, denunciados por discriminación. La denuncia está institucionalizada porque hay leyes que amparan, de esta manera aparecen las luchas de poder, de un lado y del otro.
Con respecto al clóset pasa algo distinto, ya no es masivo, sí se da en personas que vienen con una historia familiar específica, personas que vienen de familias integradas por padres que hacen estragos. Estrago está definido como un “daño muy grande”, desde el psicoanálisis podemos decir, entonces, que se internaliza como una ley caprichosa, como un acto voraz de una persona hacia otra: “Debes ser como te digo”, “debes ser como yo pienso o yo creo”.
Diría que la mayoría de los padres se desilusiona al enterarse que su hijo es gay, pero esto ya es otra cuestión. Algunas veces un hijo desilusiona a sus padres cuando no sale con la pareja que estos últimos desearían para dicho hijo o el mismo no sigue la carrera profesional que ellos, sus papás, quisieran. Este último ejemplo ya no es tan común, pero con respecto a la orientación homosexual sí sigue sucediendo lo mismo.
Me pregunto, ¿por qué hay que mantenerles la ilusión? La ilusión de ser el hijo preferido, o al menos cumplir con los parámetros establecidos por los integrantes de la familia…

Hablando de salud, pienso que es una etapa lógica y necesaria desilusionar a los padres, como sucede en la adolescencia, para que ese joven pueda crecer como persona y ser independiente. Es necesario que los padres dejen de ser los ideales como en la etapa de la niñez, y entender que hay otras realidades, no sólo la de ellos. Es allí donde el referente paterno se humaniza, o sea, da cuenta de sus limitaciones y fallas como cualquier ser humano. Hablando metafóricamente, es necesario que los padres caigan de la idealización porque se humanizan para después poderlos amar.
Si en cambio se sigue sosteniendo la ilusión, como por ejemplo: “Me obligo a tener una pareja mujer porque mi familia quiere verme con una novia“, notamos que sostener esta ilusión no sólo obtura con el ser, el deseo, la identidad real de lo que uno desea ser, sino que con el tiempo genera resentimientos y reproches hacia esos padres porque no se permitieron vivir como quisieron. Padres que hacen estragos no son los que se desilusionan, todo lo contrario, son quienes quieren mantener a cualquier precio esa ilusión de que su hijo sea el preferido, manteniendo la mirada controladora y constante basándose en un discurso que asocia la homosexualidad con enfermedad, promiscuidad, vergüenza. Estamos hablando de familias muy específicas, productoras del clóset. Es en esas familias donde ubico el germen del clóset.
Todas las familias tienen conflictos, dificultades, discusiones, aparece la sana diferencia, la desilusión, sin embargo, no todas hacen estragos, donde hay un integrante que no sólo quiere imponer, dirigir la vida del prójimo, sino que, además, te quiere convencer de que ésa es la única opción que tenés para ser reconocido.
Retomo mi hipótesis: entre lo múltiple, en donde cohabitan liberales, conservadores, idealistas, religiosos se cocina la concepción de que la diversidad sexual y la igualdad de derechos tomen más fuerza y, por otro lado, la homofobia está más velada y así es más difícil detectarla.
Un paciente me decía que quería denunciar a la empresa donde trabajaba por discriminación. Lo despidieron supuestamente porque ya no cumplía con los requisitos de la empresa. Durante esos dos años que trabajó le decían que debía caminar como un hombre y en el baño aparecieron escrituras en la pared con referencias ofensivas hacia él.
Este paciente nació y creció en una familia “open mind”, nunca existió un clóset para él. Es por ello que está dispuesto a denunciar lo que tiene que ser denunciado, como un trámite más en su vida. La que va a estar en problemas es la empresa, ya no él. Yo diría un gran pasaje de la victimización a la acción; este acto de da cuando el sujeto se puede manifestar tal cual es.
Como podemos inferir, en la actualidad el clóset y la homofobia no siempre van de la mano.
Por suerte ese joven de veinte años que comenté al principio, que se sorprende de que alguien no pueda asumir o blanquear su sexualidad, nos está dando una buena señal: lo que conmueve hoy en día ya no es el ser gay, lo que conmueve hoy es esa historia familiar específica que posibilita el germen productor de un clóset.
Fuente: Boquitas Pintadas