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24 de julio de 2012

Ten cuidadito...

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Esos típicos agoreros que cuando estás ilusionado con alguien que te mola te instan a que te andes con ojo y te advierten, en nombre de la amistad y de las noches en vela que han pasado aguantando tus lloreras, que te pueden hacer mucho daño y romper el corazón. ¡Aguafiestas! ¡Tocahuevos!



El otro día una amiga me comentaba elegantemente mientras nos tomábamos un agua con gas que estaba hasta el coño. Sí, sí, así. Aparte de la evidente crisis (que nos tiene a todos al borde de un ataque de nervios), de que no hay trabajo ni de parado y de que a este paso vamos a tener que hacer cola con la cartilla de racionamiento en la mano, mi amiga se refería a otra cosa. A otra cosa mucho más importante que todo eso, dónde va a parar. Mi amiga se refería a temas relacionados con el amor.¿Qué sería de nosotros si no pudiéramos convertir nuestra vida en un Al salir de clase cualquiera o en un Sexo en Nueva York después de que los informativos hayan predicho por enésima vez el Apocalipsis?

Os lo voy a contar porque sé que os pica la curiosidad y que sois unas marujas (como yo). Mi amiga ha conocido a alguien que le mola. Le mola mucho. Mi amiga hace circulitos con el pie cuando menciona el nombre del chico que le gusta y su cabeza despide corazones cuando habla de él. Mi amiga tiene cara de pánfila elevada a la décima potencia. Es más, yo creo que no me lo ha dicho por pudor y por seguir las normas del decoro, pero estoy completamente convencido de que mi amiga caga purpurina. Rosa. Y se limpia el culo con arco iris y polvo de estrellas. De la emoción, claro, porque le sucede eso que es tan complicado y que buscamos todos: ha conocido a un tipo que le llena lo suficiente como para estar ilusionada. Este tipo, aunque algunos de mis queridas lectores no puedan creérselo, lo ha encontrado en la calle y no es un novio de alquiler ni una fantasía surgida del delirio paranoide de una princesa Disney. Vamos, que para aquellos que piensan que el amor no existe y morirán solos, aún quedan personas chupis por ahí. Les animo a que dejen de comer helado en cantidades industriales y salgan a la calle a buscar.

A todos nos ha pasado esto alguna vez. Lo de cagar purpurina no, me refiero a lo de que alguien nos mole cantidad y estar ilusionadísimos con ese chico tan majo que acabamos de conocer y que consigue que recuperemos las ganas de cantar canciones de amor y de ir por la calle cogidos de la mano. El enamoriscamiento, tía, que es superbonito. Cuando nos hace tilín alguien se nos va el santo al cielo. La verdad es que parecemos gilipollas, pero unos gilipollas muy felices a los que todo les da mucho gustito. Y eso mola.

Pues en esta situación de éxtasis maravilloso y esperanzador siempre, siempre, siempre aparece el típico amigo agorero y tocahuevos que suelta lo de:

Joder, tía. Ten mucho cuidado, que te pueden hacer mucho daño, que estás muy ilusionado y muy vulnerable y lo mismo el tío es un cabrón que juega con tus sentimientos y luego te deja más tirado que a una colilla. Que no es por quitarte las ganas, pero que eso pasa mucho. Ándate con ojo, porque cuando menos te lo esperes, te ha dicho que te quiere, te ha puesto droga en la bebida, te ha violado seis veces mientras dormías dejándote preñada de la semilla del diablo o del nieto de Alien y te ha robado todo tu dinero, el coche, los collares de tu abuela, un riñón, el dildo bueno y la termomix. Ten cuidadito, que te rompen el corazón.

Entendamos que esto nos lo dicen nuestros amigos no por fastidiar. No. Al menos la mayoría (aunque yo conozco a alguno que otro que sí, que lo hace por joder). Lo hacen porque nos quieren, nos aprecian, nos adoran, nos aman y tienen miedo de que nos hagan mucha pupa y terminemos desengañados perdidos, con el corazón herido, fumando celtas, bebiendo cicuta para superar la decepción y cantando canciones de desamor en un karaoke completamente borrachos. Nuestros amigos se preocupan por nosotros, tía, porque en el mundo hay personas que tienen empatía (no muchas, pero algunas quedan). Y además, es probable que esos amigos ya se hayan vistos en alguna que otra ocasión, hace algún tiempo, en la obligación de aguantarnos con una llantina de mil Bustamantes porque el tipo por el cual estábamos cagando purpurina nos dejó compuestos y sin polla que llevarnos a la boca, totalmente entristecidos y amargados:

Acuérdate de lo que te pasó con el Kevin, tía, que ahí estabas tú superilusionada de la vida y él te dijo que te quería y hasta te prometió que te iba a poner un piso en las Bahamas. Y al día siguiente te dejó por su ex; y además te confesó que te había puesto los cuernos seis veces con tres personas diferentes y dos animales de compañía en los tres días que estuvisteis saliendo. Tía, ten cuidado, tía.

En parte, el amigo tocahuevos tiene razón: cada vez que nos ilusionamos con alguien corremos el riesgo de que nos hagan daño, porque nos ponemos blanditos y vulnerables y nos exponemos a que la persona por la cual vemos unicornios volando mientras estamos sentados en la taza del váter juegue con nosotros. El mundo está lleno de gente muy estúpida o muy mala que practica lo de hacer daño a sus congéneres como deporte. Es verdad, hay que ser cautos.

Sin embargo, yo creo que a estas alturas de la película, habiendo vivido lo que ya llevamos a cuestas, el que más y el que menos sabe que cabrones hay en todas partes y que al final la vida, se mire como se mire, es riesgo. El que no se decide a poner carne en el asador y arriesga un poco de su integridad, no vive. Y bastante prudencia y demasiado miedo manejamos ya los seres de este mundo como para encima añadir leña al fuego. Ya somos mayorcitos para saber lo que nos hacemos y a qué nos exponemos cuando alguien nos mola, no necesitamos que nadie nos recuerde constantemente que lo peor es posible. Precisamente, en estos casos, cuando más atemorizados estamos, lo que necesitamos es que alguien nos recuerde que aunque sea solo de higos a brevas estas cosas pueden salir bien.

Así que cogí a mi amiga, que estaba hasta el coño de que todo el mundo le advirtiera sobre los peligros derivados de sus ilusiones y le solté:

Mira, ¿sabes lo que te digo? Que disfrutes, que al final uno solo tiene lo que vive. Y si te van a dar un palo, te lo van a dar de todas formas por muy precavida que vayas por el mundo. Déjate llevar, relájate y que pase lo que tenga que pasar. Pásalo de puta madre. Y si dentro de una semana te deja, ya nos emborracharemos, lloraremos y buscaremos otro más bueno, como dice la Carrá. Y que te quiten lo bailao’. 

Que más vale llevarse un par de decepciones y sufrir un poco que pasar por la vida de puntillas y asustado.


Fuente: Universo Gay

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