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4 de agosto de 2012

Varones que son mujeres por un rato

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Son hombres a los que les excita o fantasean con vestirse como una mujer. Esa es la definición más simple de un crossdresser. A diferencia de lo que se cree, la mayoría de los que lo practican son heterosexuales, en general, con una pareja estable.

El médico psiquiatra y sexólogo Adrián Helien, especialista en estos temas, explica que se trata de varones que tienen fantasías excitantes, recurrentes, impulsos sexuales o comportamientos que implican vestirse con ropas de mujer. Lo más frecuente es que tengan orientación sexual hacia mujeres (aunque no siempre) y pueden adoptar, de vez en cuando, una personalidad femenina.

Claudia Molina, dueña de Crossdressing Buenos Aires, cuenta por qué encontró en esta práctica su medio de vida: instaló primer negocio del tipo en Buenos Aires. Su experiencia de años con clientes, la habilita a hablar con propiedad.




La medicina clásica se ocupó de clasificar al crossdresser. Según el manual de diagnóstico de los trastornos mentales se encuentra dentro de los “Trastornos sexuales y de la identidad sexual”. Está ubicado en la subcategoría de parafilias, específicamente llamado “fetichismo travestista”.

Sin embargo, Helien, coordinador del Grupo de Atención a Personas Transexuales en su consultorio del Hospital Durand, nos acerca a la sexología para entender esta práctica de un modo diferente. “Los médicos ayudamos a las personas a aliviar el sufrimiento”, apunta como para empezar a dejar algunas cosas claras. Y entra más en tema: “Un crossdresser, en general, suele consultar porque siente un malestar, el propio que genera toda situación compulsiva; existe una pérdida de la libertad, no se pueden manejar ciertas cosas”.

Además, la situación se complica en el ámbito relacional. “Suele haber conflictos por la repercusión en la pareja y en la vida social de la persona, que, en general, no puede integrar este aspecto al resto de su vida íntima y de relación”, señala este profesional habituado a escuchar numerosas historias de vida en su consultorio, donde además atiende disfunciones sexuales.

Así, para un crossdresser nada es sencillo, su compulsión no es gratuita: en la mayoría de los casos vive esta fantasía con culpa, lo que lo condena a mantenerlo a escondidas de la pareja, situación que exacerba en ellos la idea del engaño; sin embargo, cuando lo confiesa, tampoco le va muy bien: se generan conflictos porque generalmente su mujer lo vive como una alta traición y le carga la sospecha de que esta práctica viene ligada a una doble vida, que incluye una orientación sexual distinta de la hetero, por ejemplo.

“Para la sociedad actual, ésta es aún una práctica muy trasgresora: el hombre que fantasea o que se viste con ropas de mujer no cumple con la expectativa social esperada para un varón heterosexual”, enfatiza el sexólogo, consciente de que su desafío con estos pacientes es por demás complejo.

Es difícil, pero quizá el camino sea empezar a derribar prejuicios. En palabras de Helien: “Lo importante para una pareja, en definitiva, es que las personas reales e integradas, cada una con sus formas de ser, se encuentren…amen y sean amadas”.

¿Conocés a alguien crossdresser?



Fuente: Boquitas Pintadas

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