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29 de octubre de 2008

Rechazamos al homosexual por la mala educación heredada del franquismo

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Hoy habla en el KM sobre la represión de la homosexualidad en la dictadura, que refleja en un libro

Somos herederos de la mala educación recibida en el franquismo. Y los años de represión de la homosexualidad han dejado huella. Es la opinión del periodista Fernando Olmeda, que hablará hoy en Donostia en unas jornadas organizadas por Gehitu. Olmeda es el autor de El látigo y la pluma, un ensayo sobre la represión de la homosexualidad en tiempos de la dictadura.

- Investigó sobre la represión de la homosexualidad durante el franquismo. ¿Ha cambiado mucho la sociedad española?

- Ha habido un cambio enorme entre aquellos tiempos terribles y la democracia de la que disfrutamos. Sobre todo en el ámbito legal. Aunque durante la Transición se tardó un tiempo en cambiar las disposiciones legales que perseguían la homosexualidad. Hoy día, después de la ley de matrimonio homosexual, el marco legal ha cambiado muchísimo. No así la discriminación social.

- ¿Se sigue rechazando la homosexualidad?

- Sigue habiendo unos alarmantes marcadores de homofobia que debemos analizar.

- ¿En qué aspectos se nota el rechazo?

- Los ámbitos más importantes donde se produce son el educativo y el familiar. Tanto en las aulas como en las casas, profesores y padres deben incidir en la igualdad básica de todos los ciudadanos. Pero sigue existiendo el acoso homofóbico. También hay determinados jueces que niegan la igualdad de derechos entre homosexuales y heterosexuales. Y en la atmósfera cotidiana, el machismo de entonces aún existe.

- ¿Por qué se mantiene la discriminación?

- De alguna forma somos herederos de la mala educación que recibimos en la época franquista. Los niños aprenden lo que les enseñan los padres. Y algunos de los conceptos que el franquismo enseñaba siguen vigentes. Sobre todo a la hora de abordar la identidad del diferente. Del homosexual, el inmigrante o el discapacitado.

- ¿Por qué es importante no olvidar la historia reciente?

- Por el riesgo de repetirla, lo que siempre se argumenta. Ahora se habla de memoria histórica, de represión franquista y de fosas comunes. El libro avanzó lo que hoy es una tendencia. La historia de 1936 está muy estudiada, pero no la etapa del franquismo. De aquí a dos años se hablará con naturalidad de la represión de los años 60 y 70. El libro es premonitorio. Se menciona con nombre y apellido a alguno de los protagonistas de la represión en aquellos años, sobre todo en los 70. Los jueces aplicaban entonces con toda severidad las disposiciones de la Ley de Peligrosidad Social.

- Su objetivo con el libro...

- Dar voz a los que nunca la tuvieron. Y recuperar su dignidad, aunque los homosexuales nunca la perdieron. Saber la verdad es prioritario. Discrepo con los partidarios de no abrir las heridas. Como periodista no me guía otro afán que dar a conocer la verdad.

- Lo peor de la represión franquista...

- Estaba la hipocresía y también la arbitrariedad del aparato represivo. También existía la impunidad, porque no había que dar cuentas a nadie. Y estaba la doble moral. Cuando la homosexualidad se detectaba en el seno de la Iglesia o del Ejército, se silenciaba. Pero a mí me llama la atención el ensañamiento.

- Explique, por favor...

- Parece natural que un régimen articulado por el nacionalcatolicismo, la alianza entre la Iglesia y el Estado, fuera severo en sus primeros años. Lo curioso es cómo en los estertores del régimen, en los años 70, se recrudece la represión. Cuando la marea de la historia se ha llevado por delante todo aquello y han aparecido nuevas modas, se han articulado movimientos antifranquistas, llegan turistas procedentes del exterior y aparecen nuevas publicaciones. El régimen vive sus últimos días y, sin embargo, endurece de modo injustificado la represión. Me llama mucho la atención la dureza con la que se aplicó la Ley de Peligrosidad entre el año 70 y el 78, cuando se deroga.

- ¿Por qué se decide a escribir sobre el tema?

- Las casualidades editoriales hicieron que me llegara el proyecto y acepté el encargo. Por otra parte, estaba en línea con mi compromiso social y ético como periodista. Creo que el deber de los que nos dedicamos a esta profesión es hacer cambiar la sociedad a mejor.


Fuente: Diariovasco.com


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