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31 de octubre de 2011

Bullying, el acoso escolar que lleva al suicidio

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Carlos Agüero, un riojano de 17 años, se suicidó, al parecer, cansado del hostigamiento y la persecución de sus compañeros que lo condenaban por gay. Las autoridades del colegio no vieron nada. La familia tampoco se enteró de la sistemática violencia psicológica que ejercían sobre él. “Un joven puede dejarse morir por falta de amor”, dice el lic. Alejandro Viedma, y habla de la soledad por la que atraviesan muchos adolescentes homosexuales.

Este es un caso de bullying, un término en inglés que refiere al acoso escolar, que implica cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido en la escuela. Este post apunta a esclarecer este tema, a ayudarnos a pensar que es responsabilidad de todos evitar estos suicidios.

El texto está escrito por Viedma con motivo del reciente suicidio del adolescente Jamey Rodemeyer, de 14 años, y para no olvidar a Carlos Agüero, que se quitó la vida en La Rioja también este año.


Colegios que pueden matar

Por el lic. Alejandro Viedma



Los adolescentes son los que presentan la mayor fragilidad y vulnerabilidad emocional, y los que están en un proceso de muchos cambios, entre ellos, el de definir su orientación sexual y su expresión de género.

En el interior de las instituciones educativas (particularmente en algunas de las religiosas) se justifica –implícita o explícitamente- la discriminación en general (por ejemplo por xenofobia) y la violencia hacia las personas LGBT en particular, lo cual hace que se forme tierra fértil para que se naturalice el bullying.

El bullying refiere al abuso, al hostigamiento, a la intimidación, al maltrato, a la agresión, al acoso, o a la persecución psicológica y/o física que ejerce un alumno en contra de otro. Es una conducta producto del prejuicio, del odio y de la intolerancia hacia el otro.

El bullying propinado hacia púberes y adolescentes a los cuales se los presume pertenecientes al colectivo LGBT es específico y grave, pues estos chicos y chicas son víctimas de actos abusivos por su (supuesta) orientación (homo o bi) sexual y por ello reciben amenazas, burlas, insultos o golpizas dentro y fuera de las aulas. La situación descrita posiciona a las víctimas en un estado permanente de miedo, de alerta y ellas vivencian constantemente estrés, ansiedad y angustia, en fin: sufren en demasía.

Hoy en día la homo-lesbo-bi-trans-fobia hace estragos, la aversión en contra de los LGBT, la violencia contra ellos es ruidosa, por ser receptores de mucha agresión; dicho nivel de agresividad es tan alto que los sentimientos tiernos, al no tener lugar, desaparecen, se extinguen.

Esta situación acontece porque un grupo de pares, de pertenencia, de adolescentes –grupo que tiene la función de autoconservación y la ilusión de comple(men)tarse- reacciona auto preservándose para que el “diferente” no cuestione esa “normalidad y fusión grupal”, por lo cual el “maricón” es eyectado. Lo que viene en ayuda de dicho grupo es el preconcepto, que posee una función utilitaria, permite integrarse.

El “puto” es quien pondría en jaque la masculinidad heteronormativa, sobre todo los varones afeminados son flanco de los ataques persistentes y justificados porque lo que sostiene la violencia es el hecho de que socialmente la mujer y lo femenino todavía están en detrimento. Entonces, la LGBT-fobia estaría dentro de la violencia de género, que tiene en los crímenes de odio su desencadenante más atroz. De este modo, la homofobia está legitimada para presentificarla de forma contundente física o verbalmente sobre los LGBT y por tal razón los clósets, búnkers que enclaustran, aún siguen constituyéndose en sitios donde las víctimas, mientras “sean discretas”, pueden protegerse sin entrar en un combate feroz, de donde siempre saldrían lastimados y perdiendo porque “los machos” se multiplican y castigan en desventaja al atacado solitario.


Así, los colegios continúan siendo campos hostiles para los LGBT. Y la responsabilidad es compartida, porque nadie nace prejuicioso. Son los adultos quienes desde un lugar de poder y superioridad traspasan normas y modos de relacionarse socialmente. Qué pena y vergüenza provoca notar que en los supuestos lugares de la educación por excelencia se gestan y fortifican las desvalorizaciones, las piñas, las groserías, todas cosas que son de maleducados, justamente lo contrario a lo que “ofrecen” las autoridades escolares.

Lo curioso en estas situaciones es que pareciera haber un pacto de complicidad entre los actores que rodean a las víctimas y miran hacia otro lado: los padres, los docentes, los vecinos, personas ya adultas que hacen caso omiso a la violencia que saben fehacientemente están recibiendo los adolescentes LGBT. En algunos casos, tales adultos también son participantes activos en las agresiones.

Una consecuencia del bullying con desenlace fatal y altamente lamentable lo constituye el suicidio, básicamente porque estos chicos que son instigados por la cultura de la homofobia están muy solos y no se animan a contarle a sus padres y/o docentes que están siendo sistemáticamente perseguidos y, si llegan a manifestar que están atravesando por estas situaciones complicadas, la mayoría de las veces no son oídos ni comprendidos.

Es conveniente mencionar el caso de Jamey Rodemeyen, quien hace unos meses y a sus 14 años de edad se quitó la vida en los EE. UU, y también, en nuestro país, el de Carlos Nicolás Agüero, de 17 años, quien se suicidó en La Rioja.



Considero que haciendo causa común con el bullying se continúa dando pasto a la maquinaria perversa que hace que en incontables lugares (de nuestra Nación y el mundo), muchos seres humanos sientan que se constituyen en una anormalidad por atraerles alguien de su mismo sexo, y ante los ojos de los que condenan velozmente no hallan otra salida que la de matarse, como ocurre con adolescentes y jóvenes que son empujados a ese acto al no aguantar más las humillaciones de sus pares, y el desamparo de los mayores que los rodean y no pueden o no saben señalarles que hay otras opciones.

Por todo lo anteriormente redactado y yendo a lo legal, es imperioso que se sancione una ley que proteja a las víctimas del bullying.

He aquí algunos de los efectos de una cultura en gran parte aún heterosexista, que segrega lo que no comulgue con el modelo patriarcal y machista de lo que se supone es ser un hombre/ una mujer.

Para finalizar, si vivir conlleva la condición de sentirse amado y si hay un tiempo en el cual el yo se ve enfrentado a una realidad fuerte y sostenidamente hostil, a la que no puede modificar ni escapar, un sujeto se siente desamparado y puede dejarse morir por la falta de amor. No permitamos los suicidios provocados por las expulsiones, por los no-alojamientos subjetivos. Basta de bullying LGBT, hagamos un corte a la violencia!



Fuente: Boquitas Pintadas

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