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25 de junio de 2012

Alguien tiene que tener la culpa

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No encontrar el amor, liarse con un memo tras otro sin que las cosas lleguen nunca a cuajar, puede resultar frustrante. Tanto que a veces nos empeñamos en buscar culpables. ¿Es culpa de la gente, que está loca? ¿Es culpa nuestra? ¿Es una conspiración del Universo?

Buscar el amor es duro. Más duro que escuchar la discografía de Paulina Rubio y El Arrebato (fíjate). Durísimo. Aunque las películas y las historias llenas de algodón que nos venden en la tele y en todas partes nos muestren el proceso de encontrar el amor como una especie de nube rosa en la que todo es maravilloso, en la que el destino se conforma a través de la casualidad y en la que una niña que chupa una piruleta en forma de corazón nos dice que todo es posible y que los sueños pueden hacerse realidad, la verdad es otra muy distinta. Uno no tiene más que echarse a la calle a relacionarse con maricones con el Grindr conectado para darse cuenta de esto que estoy contando. El amor es un sentimiento muy profundo; y muy jodido. A pesar de lo que decía aquella canción que de cuando en cuando vuelve a sonar, el amor no está en todas partes. Más bien se esconde y mucho.


Por eso no es raro que tras emprender una infructuosa búsqueda del amor y conocer un maricón tras otro en esta realidad tan fantástica y maravillosa en la que actualmente vivimos, lleguemos a un punto de frustración más enorme que la cena de fin de año de Mariah Carey. Es natural, casi lógico, que tras muchos intentos, citas, mensajes, diálogos de besugos que no llevan a ninguna parte y polvos más patéticos que robar en un todo a cien alcancemos un punto de hartazgo perceptible. Es fácil de identificarlo: se nos pone cara de limón ácido, los músculos tensos, fruncimos el coño y nos preguntamos dulce e insistentemente mientras le arrancamos los pelos del escroto al tipo que nos acabamos de zumbar y que también, fíjate tú, nos ha salido rana lo de:

¿Se puede saber por qué coño no me sale una a derechas, por qué no conozco a un tío decente con el que llevarme bien y llevar una relación estupenda, de esas de adoptar una niña china modelo de anuncio de Benetton y ser unos maricones bienavenidos y felices que sonríen mucho con una dentadura brillante y que tienen cara de estar fantásticamente bien follados todo el tiempo? Pero si tengo un perfil en 16578 páginas de relaciones y voy a todos los bares de ambiente desde que abren hasta que cierran. ¿Por qué yo no? ¿Por qué todo el mundo puede tenerlo y yo no? ¿Por qué la vida es tan injusta y yo no puedo ser feliz? Quiero que me amen. QUIERO QUE ME AMEN. 

Ante este momento natural de odio intenso hacia el amor en sí mismo y hacia cualquier individuo que tenga un colgajo entre las piernas, aparte de llamar a tu mariliendre a poner como un guiñapo al género humano mientras os cargáis una botella de tequila a medias, se da una reacción muy natural y muy básica, que además es muy propia de nuestra especie: echar la culpa a alguien. Porque a ver, alguien debe tener la culpa de que tú no consigas vivir el sueño de todo gay de encontrar alguien que te quiera y te comprenda y vivir el amor en pareja (todos lo buscan, incluso esos que van de duros y que dicen que ellos solo quieren aumentar exponencialmente cada día el número de felaciones que pueden practicar en una hora. Van de duritos, pero en el fondo sólo quieren enamorarse y que todas las mañanas alguien les diga “buenos días, princesa”). Alguien debe tener la culpa de que no lo consigas, máxime cuando la gente que ya tiene pareja te vende que es lo más fácil del mundo y te dicen eso de “estás solo porque quieres”. Porque quieres, maricón, porque ahora resulta que es que tú quieres estar solo y por eso, coherentemente, se te van los días conociendo gente nueva y averiguando si congenias y si lo vuestro funcionaría, perdiendo tus valiosos bienes: tiempo, dinero, paciencia y algún que otro huevo en alguna experiencia sexual de connotaciones patéticas. Tócate los cojones, mariloli.

Total, que uno puede encontrar múltiples focos en los que concentrar la culpa. La culpa de que no encuentres pareja puede ser de…

-De la gente. Eso es, la culpa es de los demás. Esto debe sonarnos porque es algo muy frecuente: echarle la culpa a las personas que nos rodean y asumir que si no llegamos a congeniar con ellas es porque ellas tienen un defecto que les impide relacionarse con personas decentes y magníficas como nosotros. Porque la gente está loca, como una cabra, y no hay manera de entenderse con ellos. Por lo tanto, la culpa de que no encontremos pareja es de los otros, que además son malos y buscan hacernos daño a propósito y cuyo único cometido en la vida es hacernos sufrir y destruirnos. Por eso, vamos a churreteranos la cara con pintura de camuflaje y a comenzar una cruzada a lo Kill Bill para hacer justicia con todos esos seres malvados y egoístas tan diferentes a nosotros. Que seguiremos estando solos, pero al menos destruiremos unas cuantas vidas y eso es algo que siempre anima; y si no que se lo pregunten a Cospedal, que siempre luce una sonrisa fantástica y ya te digo yo que de follar no es.

-De nosotros mismos: ya sabéis, no os hagáis los suecos, todos hemos tenido momentos en los que hemos murmurado comiéndonos un litro de helado de chocolate con churretones alrededor de la boca “nadie nos quiere ni nos va a querer nunca porque somos feos, gordos, tristes, pobres y patéticos”. Sólo merecemos envejecer en una chabola llena de bichos y comer hasta que no podamos más y nos veamos obligados a lavarnos con un paño atado a un palo. La culpa es nuestra porque no somos lo que la gente espera, no somos suficientes, no estamos a la altura, no merecemos que nos quieran y, por lo tanto, está claro, moriremos solos. La persona que haya mantenido más contacto sexual con nosotros habrá sido a través de un puntero láser. Nos lo tenemos merecido.

-Del universo: porque hay una conspiración judeomasónica que impide que te salgan las cosas como quieres y, claro está, eres el foco de una tortura pactada a nivel mundial. Los dioses, las fuerzas del universo, el cosmos, el ojete de Rappel y el pezón izquierdo de Esperanza Gracia (que dicen que sabe a natillas) están confabulados para hacerte la vida imposible. Así que sí, lo siento, nunca vas a llegar a tener una relación de amor porque el universo está en contra tuya y jamás lo va a permitir. Por eso lo mejor es que te dejes una barba muy larga y te compres una cerbatana con la que apuntar al cielo y poner cara de loca del coño mientras emites sonidos guturales los martes y los jueves de 12 a 3.

Al final y esto os lo digo por experiencia, lo más sano es evitar estos pensamientos malvados que vienen a destruir Maricalandia y comprender que, sencillamente, llegar encontrar a alguien con quien conectar y con quien tener una relación medianamente sólida y satisfactoria es complicado. No es algo que se consiga todos los días y así como así. El hecho de intentarlo y no conseguirlo no significa que tú tengas un problema o que ellas tengan un problema o que el mundo esté en contra tuya. Sencillamente, somos nosotros y nuestra circunstancia, a veces no nos conocemos en el mejor momento, otras es cosa de la chispa que no surge. Hay mil razones por las que una relación no cuaja. Pero no pasa nada. No hay que obsesionarse. Buscar culpables no sirve de nada y, además, es mentira. Nadie tiene la culpa de que sea mucho más sencillo toparnos con el “sigue buscando” que encontrar el premio y que relacionarse sea un proceso arduo y complicado. 

Nadie tiene la culpa de que intentarlo no garantice el éxito. Intentarlo solo garantiza la vida.


Fuente: Universo Gay

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