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25 de junio de 2012

Putelli se cambió el apellido porque la gente se negaba a pronunciarlo

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Esta es la historia de un nombre o, mejor, de un apellido. Es un viaje a la semilla. Es un recorrido hacia el origen. Es una excursión familiar. Es un post sobre la identidad, lo más singular, lo más propio que tenemos.

Cuando Martín Dutelli, envió este texto me resultó original, divertido, reflexivo, sincero, por sobre todo. Martín, que reconoce abiertamente su homosexualidad, rastrea su apellido y se encuentra con que originariamente era Putelli. Entonces, empieza el juego con la no pertinencia de la P, la representatividad que tendría para él, que se define como “rePutelli”. Lejos de considerarlo un insulto celebra la coincidencia de su apellido con su orientación sexual. “Ahí entendí más de mí”, escribe Martín.

En cambio, hace muchos años, un tío suyo no lo vivió así, al punto tal, que decidió cambiar la P por la D, una diferencia de nada, aunque sustancial. Cuenta la historia familiar que el tío en cuestión –al que su sobrino prefiere preservar sin dar el nombre- tuvo muchos problemas porque la gente se negaba a pronunciar el apellido, al que confundían con una “mala palabra”.

Aquí, la particular historia.




Mi origen,

Desde que tengo uso de razón y recuerdo, mi apellido -bien tano- fue Dutelli, pero con el tiempo me explicaron lo que sucedió…

Resulta ser que originariamente empezaba con P, o sea, era Putelli. Y ahí entendí más sobre mí.

Lo que pasó es que un tío mío, habiendo tenido muchos problemas por gente que no ha querido pronunciar tal apellido, fue a re-registrarlo como Dutelli, para no parecer una mala palabra, un insulto.

Más recientemente, recuerdo que unos años atrás tuve una charla radial con la Negra Vernaci, en la que le explicaba el origen de mi apellido. Yo le dije: “Ahora soy Dutelli, pero mis antepasados fueron Putelli”, y seguí diciendo: “En la actualidad yo soy puto, así que soy rePutelli” (me acuerdo también de las carcajadas que brotaron de fondo, risas estruendosas que provenían de La Gunda Fontán); también le comenté que a veces me gustaba tener sexo con chicas, entonces la Negra dijo: “Dutelli de dual, vas por los dos lados”. En definitiva, no me hubiera molestado llamarme Putelli, ya que abarca parte de lo que soy.

Y encima al mismo tiempo otro de mis admirados, Fernando Peña, difundía que estaba bueno ser y que lo llamen un “Puto lindo”.

Por otro lado, también me han explicado que los putti (plural de putto en italiano) eran los angelitos que se pintaban en los cielos rasos de las catedrales, son motivos ornamentales que consistían en niños alados y desnudos, en forma de cupidos o querubines. Como los que pintó Michelángelo.

Yo no sé si soy un ángel, un vampiro, un gay o un puto, o todo eso junto y también la posibilidad de ser miles de cosas más, pues aprendí que uno es mucho más libre y feliz cuanto más versátil -en todo sentido- se permita ser… Sí acepto que en varios aspectos continúo siendo un niño y que, con ilusión, sigo esperando que mi cupido me alcance con su flecha.

Anyway, solo sé que mi apellido encierra en el fondo y en el origen, parte de mi subjetividad, parte de lo que siento, y que ahora ya no hay motivo para seguir encerrado, encerrando, cerrado, con cerrojos. Cierre.

Martín Dutelli


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