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11 de agosto de 2012

¿Cura para gays o para quiénes?: “Crónica de un seminario demente”

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Se presentaron como “restauradores emocionales, relacionales y sexuales”. Cuando la promoción de este seminario organizado por una Iglesia afiliada al movimiento religioso surgido en EE.UU “Desert Stream” empezó a ganar visibilidad en las redes sociales, las organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales y trans (Lgbt) y el Inadi alzaron una voz de alerta. Algunos medios, como LA NACION, se plegaron a este repudio.

En su página, el seminario se presenta “para hombres y mujeres que buscaban a Jesús debido a su homosexualidad”. En diálogo con LA NACION, María de los Angeles González, coordinadora del Area Matrimonial de este movimiento, explicó lo que entienden por restauración: “Es el proceso de salir de un estado que no está bien. Hablamos de un desborde cristiano, es un quebranto por algo que nos sucedió de chicos, por cosas que nos marcaron”. Y agregó: “Ahí empiezan los problemas, las dudas. De lo contrario no habría homosexuales”.

Este tipo de concepción, que parece increíble en plena vigencia de la ley de matrimonio igualitario, impulsó a una lectora de Boquitas pintadas a “infiltrarse” en el seminario para conocer los conceptos allí expuestos por los “especialistas”. Cecilia Dumón, una activista Lgtb independiente, de 32 años, estuvo en Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, el sitio elegido para este seminario de tres días.

Cecilia, que también es guionista de cine, comparte su experiencia como observadora participante.


Portada de presentación del seminario de "Restauración"

Crónica de un seminario demente,
Por Cecilia Dumón


Busca la simplicidad en el desorden.
Busca la armonía en la discordia.
En el corazón de la dificultad se encuentra la oportunidad


Estas frases de Albert Einstein fueron mi leit motiv para ser una asistente del seminario más demente al que pude haber asistido.

Decidí proceder con la infiltración en el templo bautista donde se iba a desarrollar el primer seminario de “Restauración emocional, relacional y sexual”. Tras varios repudios y el impacto en los medios, los “organizadores restaurados” decidieron realizarlo GRATIS. Estoy tan segura de mi misma, sé que no hay cura probable ni rezos que me salven, que decidí ir.

Fui porque creo en el trabajo de campo. La religión tiene un discurso que condena la homosexualidad y el lesbianismo, pero yo no soy quien para condenar a la religión. Es simple, si no me gusta no la profeso ni la predico. Me declaro a favor del Estado laico, también sé que las religiones seguirán existiendo y se tienen que aceptar las diferencias. Abrirse al dialogo es lo mejor que puede pasar.

La atmósfera dentro del templo no era hostil, pero se presentía una cierta tensión ya que de ambos lados había incertidumbre. Sabía que mi osadía podía jugarme malas pasadas pero no tenía miedo, solo sentía adrenalina y fastidio al ver cómo se abordaban los tópicos en una gran ensaladera. Yo había ido a dialogar en son de paz.

La “infiltración” propiamente dicha duró lo que dura un pez en un whisky on the rocks. Soy muy evidente, no me sale infiltrarme… se me nota en la cara cuando no estoy conforme con los contenidos de un discurso por demás ofensivo y evasivo. Todavía no habían comenzado los talleres del espanto y ya sabían de mí.

Pues claro, es tremendamente nocivo que se paren sobre un escenario y empiecen a despotricar, farfullar verdades de perogrullo tales como que las personas homosexuales merecemos que nos sucedan cosas horribles en la vida porque hemos elegido un camino de “quebranto” (sic). A mi me afectó por los testimonios en los que hablaban las personas “restauradas” (sic), discursos plagados de evasivas y en los que se notaba que ninguna de aquellas personas habían sido “curadas”, lejos de eso, estaban completamente angustiadas y no reflejaban la plenitud de quien se cura de una enfermedad terminal.

***

Si algo puede salir bien, saldrá bien

(Anti Ley de Murphy, la mejor Biblia vox populi.)

¡Enhorabuena!

Dementes y agitadas, así es como quedan, creo yo, las personas que asisten a este tipo de seminarios. A mí me afectó pero seguramente el impacto que causó en mí fue menor al que puede recibir una persona aun “dentro del clóset”. El seminario apunta a ellas, justamente, a sus amigos y familiares.

Cuando una persona aún no salió del clóset mantiene una doble vida y en pleno proceso de “aceptación” se pueden llegar a generar vínculos que nos transtornan la vida; sobre todo si se asiste a uno de estos seminarios donde no te condenan si sos una persona homosexual asumida y feliz pero se encargan de lacerarte la autoestima para que “dejes de serlo”, como si eso fuera posible. El problema se plantea cuando alguien va y cuenta sus penares. Porque entonces ahí sí, lo confunden todo y lo llevan al plano de la fe, justificando lo que sucede al explicar que se siente así porque “va en camino equivocado”.

Debo confesar que, como lesbiana, al haber ido hacia la iglesia Evangélica Bautista donde se realizaba el seminario y encarar a los pastores del templo con un diálogo amable, me recibieron con respeto y concordia, más allá del discurso senil y provocador de la denominada gente del “Ministerio de Restauración”.

En un momento del intercambio con uno el pastor, opinó: “Yo no le quiero hacer mal a la ciudad ni a ninguno. Si alguien se siente ofendido tengo que plantearme qué es lo que tengo que hacer. Nosotros no queremos ofender a nadie. Dios no discriminó a nadie. Soy pastor y pastoreo un grupo de más de 1000 personas, no quise ofender ni a la comunidad homosexual, ni a la comunidad lesbiana”.

Más allá de las diferencias instó a acercar posiciones porque “Dios les ama y quién soy yo para no hacer lo mismo. Si ellos vienen tomaremos un café y se los explicaré. Mi iglesia está abierta para todos. No quiero ser provocador de nadie. Quédense tranquilos porque no discriminamos”.

Creo que es importante haber estado allí, haber podido dialogar, hacer un trabajo de campo y poder contarlo, porque es la forma de evitar que siga habiendo víctimas de este tipo de personas que prometen curas donde no hay nada para curar.

Las leyes y la ciencia nos amparan, pero ¿cómo saber qué diantres sucede en el interior de los templos y las iglesias si quienes no profesamos esas religiones no estamos ahí? La única herramienta que tienen para ayudar a las personas acongojadas es la Biblia. Por eso me interesó arrimarme, dialogar y militar la diversidad en la iglesia. Es la mejor solución para evitarnos futuros problemas.

No quiero más Natalias Gaitán, ni Danieles Zamudios, ni Octavios Romeros… ni más “Plegarias por Bobbys


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