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29 de julio de 2008

Las muertas sin nombre

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A Jessica le pegaron un golpe, dos puntazos en la espalda y la degollaron. Una vez muerta, el asesino la descuartizó y abandonó los restos frente a una parrilla. Un vecino vio una mano que asomaba de una bolsa de consorcio y avisó a la policía. Jessica resultó ser una travesti ecuatoriana de 27 años, llegada hace cuatro a Mar del Plata. Allí tuvo una vida triste. Se enamoró de Fabián, un vendedor ambulante de medias alto y rubio, que se convirtió en su marido y proxeneta. Camila, otra travesti de la zona, contó a Miradas del Sur que el hombre "la golpeada y le sacaba la plata para comprar cocaína, pero ella se tenía tan poca autoestima que no se animaba a dejarlo". Sus compañeras la recuerdan como a "una chica fea pero astuta", que solía taparse los golpes con maquillaje y le robaba a los clientes para mantener a su marido. Sus peleas de pareja terminaban en escándalos callejeros o desalojos de los hoteles donde vivían. En los festejos del último año nuevo, una dirigente trans la socorrió en la Rambla: después de una pelea, sumida en un ataque de nervios, la ecuatoriana corría desnuda entre jubilados y tenedores libres.

Al cierre de esta edición no hay pistas firmes sobre quién o quienes la asesinaron. El marido fue detenido por la policía, pero el fiscal de la causa, Mariano Moyano, no encontró elementos para involucrarlo y lo liberó. Las sospechas van desde el crimen pasional hasta la venganza de algún cliente. En Ecuador y Capital Federal, distintas organizaciones intentan dar con la familia de Jessica en Quito y repatriar su cuerpo. De ser así, sería una excepción. La mayoría de las veces, los asesinatos de travestis no sólo quedan impunes, sino que nadie reclama los cadáveres.


Muertas sin nombre

El último caso olvidado sucedió en Avellaneda. El 1 de Julio apareció el cuerpo de una transexual. La policía informó que era una prostituta de Villa 21 de Barracas. Tenía el rostro carbonizado y un golpe el cráneo. Si bien hay cerca de 10.000 travestis en la Argentina, las transexuales –personas que se operan para cambiar de sexo- no superan el centenar, por lo que no tendría que ser difícil ubicar quién era. Varias travestis de la zona dijeron a Miradas del Sur que la muerta sería "La Morocha", una transexual que salió de la cárcel poco tiempo atrás. "Era una que fumaba pasta base –señaló Romina, una travesti de Villa 21- y paraba en la casa de un tranza. A veces pasa: las chicas adictas salen de estar presas, y como no tienen contención caen en esos lugares. La morocha lo hizo hasta que desapareció". Nadie reclamó por ella.

¿Cuantas corren la misma suerte?. Alba Rueda trabaja en el centro de denuncias del INADI e investiga casos de violencia contra travestis. Sabe que es imposible responder a esa pregunta. "Todos los Estados –explica Rueda- tienden a invisibilizar los crímenes de odio contra poblaciones de diversidad sexual. No hay datos oficiales. La información la buscamos en los medios y las organizaciones. Con ese método, sólo entre Enero y Septiembre de 2007 conté 21 asesinatos". Uno de los problemas es conocer la identidad de las muertas. Así lo señala Marcela Romero, presidenta de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina. "Cuando muere una compañera –dice Romero- no sabemos como se llama. Nosotras nos manejamos con el nombre que elegimos, pero al no tener documento no tenemos una identificación. A veces llamamos a la familia para avisar y te dicen 'para mi no existe más'. Esa chica vino con la discriminación desde su casa".


Transfobia

"Se llega a esas situaciones –señala Marcela Romero- porque hay una violencia que empieza con lo verbal, pasa a lo físico y llega a la muerte. Eso sucede hasta en Palermo, donde aparecen grupos a golpear a las chicas del Rosedal". Si bien este fenómeno es internacional, en la Argentina la diferencia la hace la participación de la policía. "Si somos golpeadas –sigue Romero- y vamos a la comisaría no toman la denuncia, porque dicen 'se lo merece'. En la provincia de Buenos Aires es peor: la policía provoca para que las chicas reaccionen y detenerlas. Buscan que no estemos en la calle, o que seamos la caja chica de la policía".

"Los crímenes contra travestis-agrega Alba Rueda- no son casuales. Existe una lógica en el maltrato. Si alguien le grita 'puto de mierda' a una compañera y después me lo gritan a mí, no son hechos aislados. Tiene que ver con una licencia social para maltratarnos". Romina, travesti de Villa 21, cuenta un ejemplo: "Una noche estaba con una amiga y nos levantaron dos chicos en una camioneta. Fuimos a dos cuadras de la estación de Avellaneda. Resultó ser un taller mecánico con 20 tipos. Nos encerraron, pero yo forcé la puerta y corrimos. A mi amiga le dieron un fierrazo en la espalda. No la desnucaron porque se cayó al piso. A mi me quebraron la nariz y me lastimaron la pierna, pero seguí corriendo igual, toda ensangrentada". Ahora que cerca de allí murió una de sus compañeras, Romina decidió contarlo. Pero nunca hizo la denuncia. Temía, dice, que la hiciesen pagar por las roturas que causó mientras huía.







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