En el amor, prefiero una roja que cien descoloridas

Y es que, como me dijo mi hermana “que casualidad que siempre cuando se inicia una relación, tienen todo el tiempo del mundo, y después ni para verte y terminar tienen cinco minutos”.


Estuve pensando en los cambios de las relaciones. Cómo se miente y se muestra una cara que no es la más cercana a lo que en realidad somos. Y es que, como me dijo mi hermana “que casualidad que siempre cuando se inicia una relación, tienen todo el tiempo del mundo, y después ni para verte y terminar tienen cinco minutos”.


Porque, a poco no te ha pasado que con alguna persona que sales o saliste, dices: ¿en verdad eres tú de quien me enamoré? Y no. Juro que no quiero sonar a viejita que recuerda a su esposo y lo buen mozo que era. A lo que en verdad apelo es ¿por qué no podemos ser sincer@s desde el principio?

Ejemplos, sobran.

Si un@ se retrasa y le llama a el/la que espera, contestan sonriendo: “No te preocupes, aquí te espero, ya quiero verte”. Pero si tres meses después lo haces un día, te responden “sabes que mejor me adelanto y me alcanzas ¿vale? Tengo mucho calor y te falta demasiado”.

“Amor tus perritos son bien lindos, pero no me gusta dormir con ellos dos alrededor, ¿los podemos bajar?” Dice uno. “Claro que sí mi amor ¡Bájense ya!” dice el otro muy complaciente. Dos meses después, la misma petición, respuesta: “¡Ash!”. Y los perros siguen durmiendo en tu cabeza.

Si tuvieran un grupo de música (de esos, que no contratan ni en el café de su mejor amig@ porque hasta el/ella saben que neta no tocan bien) al principio hasta a los ensayos te invitan y te quieren presentar con toda la banda, o incluso, hasta posponen los ensayos con tal de verte. Meses después, y muy casualmente, les llamas y responden: “No puedo verte, debo ensayar y será muy largo, mejor luego nos vemos”.

O mejor aún, aquel ejemplo del sexo. En un principio ¡bueno! en un beso hasta se devora el alma y cuando inician la vida sexual, día y noche no es suficiente para hacerlo. Luego, un día se espacian y de repente surge un “tengo sueño”, “déjame”, “vamos a dormir”.

Y muchas veces cuando se encaran las cosas las respuestas no llegan. El silencio se hace presente, los pretextos pidiendo comprensión no faltan o incluso una de las frases que uno menos entiende te la ponen enfrente: “Sí te quiero, sólo que el amor evoluciona”.

El amor evoluciona. Sí, pero no para volverse en una cotidianeidad irreparable, irreversible y casi absurda. No para volvernos prisioneros o simples compañías sin ilusiones.
El amor no es prisión y mucho menos mentiras.

Por eso siempre me he preguntado ¿por qué debo dar una imagen que no es la real? ¿Por qué presentarme como sincero, paciente, platicador, cuando sólo puedo serlo unos días? ¿Cuándo no soy nada de lo que digo? ¿Por qué?

Eso me desagrada. Porque siempre he creído en que la autenticidad y la sinceridad son lo que más atrae, son lo más interesante. Además, es bien sabido que una persona no sólo tiene una linda cara, también hay defectos. Te puedo decir algunos míos: soy impaciente, cuando me enojo por no poder hablar, no tener las cosas claras, puedo gritar, pero jamás ser ofensivo.

El coraje se me pasa rápido y si hay una buena comunicación, ni siquiera debo caer en el enojo. Tiendo a ser impuntual, me molesta la injusticia y la discriminación e incluso puedo llorar con noticias, películas, o apasionarme hablando de ciertos temas. Odio las calabacitas, el brócoli, fumo y no tomo. Esto y más soy yo.

¿Para qué fingir? ¿Por qué sólo por un rato? Como dijera mi mamá: “Prefiero una roja que cien descoloridas”. Sí, prefiero una verdad que duela pero que sea una certidumbre y no mentiras que me hagan creer que todo esté bien para después darme cuenta que nada era verdad y me duela más.

¡Piénsalo!